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Fritz Walter, "el jugador perfecto". Una entrevista de Miguel Vidal

Como colofón al capítulo II de la serie sobre el gran periodista y maestro de reporteros, Miguel Vidal, en esta entrega aparte, reproducimos una de las celebres entrevistas que Vidal Perelló hizo por el Mundo adelante en sus tiempos de reportero del diario "As". 

Disfruten ahora de aquella entrevista-reportaje de entonces. El protagonista es... Fritz Walter, uno de los grandes del fútbol alemán de todos los tiempos, capitán del equipo vencedor del Mundial de Suiza en 1954.

FRITZ WALTER, el jugador perfecto 

"Perdimos antes con Hungría por 8-3 como táctica para confiarlos de cara a la final del Mundial de Suiza". 

"Durante la II Guerra Mundial me hicieron prisionero en el frente ruso". 

"Cuando se firmó la paz y me ví libre, noté que me faltaba algo. Me faltaba Italia, la mujer de mi vida, así que corrí al tren que la iba a devolver a Metz y le pedí que se casara conmigo". 


Por MIGUEL VIDAL

Fritz Walter, uno de los grandes del fútbol alemán de todos los tiempos, capitán del equipo vencedor del Mundial de Suiza en 1954, vive en pleno corazón del Palatinado. Hermosos parajes que recuerdan vagamente a Galicia, con ciudades termales como Bad Kreutznach y Bad Münster. Su pueblo se llama Alsenborg, muy cerca de Worms (donde fue coronado Carlos V) y muy cerca también de Kaiserlautern, cuya traducción es "el arroyo del Emperador" (Barbarroja, por supuesto) y en la que vino al mundo este otro emperador del balón un 31 de octubre de 1920. 

La historia de Fritz Walter es una historia apasionante, y yo debo agradecerle que me dejara entrar en su intimidad, que me contara de "pe" a "pa" toda su vida, en tanto servía vasos de un vino espumoso que lleva su nombre y su autógrafo en la etiqueta, mientras su mujer, Italia Walter, con la que vivió -y vive- un romance que no cesa, se afanaba para que la estancia mía en la casa fuera lo más agradable posible. 
Entre brindis y brindis, pues, un diálogo a corazón abierto en el que nada de lo escudriñable quedó sin tocar. Desde sus vivencias deportivas a las personales, con una guerra de por medio y el flechazo con esta italiana de Bellano que a los cinco años se fue a vivir a Francia y que cuando conoció a Fritz trabajaba como intérprete de la policía francesa que ocupaba Kaiserlautern, cuyo estadio Bedzenberg, escenario de los grandes éxitos de su hoy marido, se había convertido en una inmensa comisaría. 
Y allí estaba el gran Fritz Walter, recién llegado de un campo de concentración de la estepa rusa, soñando con la libertad y el amor. 

-Cuando se firmó la paz y me ví libre, noté que me faltaba algo. Me faltaba Italia, la mujer de mi vida, así que corrí al tren que la iba a devolver a Metz y le pedí que se casara conmigo. Ella se bajó, me cogió del brazo y me dio el "sí". El 2 de septiembre de 1948 nos casamos. La lástima es que no hayamos podido tener hijos, por eso hemos adoptado a Natalie, de quince años, hija de una hermana de mi mujer. Es lo que nos faltaba para seguir siendo inmensamente felices. 

Anoto con pulcritud sus respuestas, que me llegan traducidas por el intérprete, pero me siento incómodo a la hora de coordinar la catarata de palabras, hechos, anécdotas y glorias de Fritz Walter, así que le pido que comencemos por el principio. El asiente con una sonrisa : 
-Mis padres se conocieron durante la I Guerra Mundial. Ella era berlinesa y se casaron en 1920 en Kaiserlautern, ciudad donde vinimos al mundo por este orden yo, Ludwig, Ottmar, Sonia y Gisela. Mi padre murió a los ochenta años y mi madre a los ochenta y dos. Es curioso: mi padre no era ni siquiera aficionado al fútbol, y sin embargo Ludwig, Ottmar y yo llegamos a jugar juntos en el Kaiserlautern, hasta que Ludwig, mutilado de guerra en el frente ruso, tuvo que dejarlo. 
Ottmar y yo fuimos campeones del mundo en 1954. La pena es que Ludwig, que era a mi juicio el mejor de los tres hermanos, no pudiera saborear esta gloria. 

La desgracia de Ludwig ha dibujado brevemente un rictus de amargura en su rostro: 

-Yo pertenecí toda mi carrera al Kaiserlautern. Desde los ocho años, en que comencé en los infantiles, hasta los treinta y nueve, que colgué las botas, toda una vida. Ahora soy representante de artículos deportivos, comentarista en mis ratos libres de Radio Luxemburgo y representante de la Fundación Sepp Herberger, que recibe un marco por cada espectador que acude a los partidos de la selección alemana: mi misión es visitar las cárceles y hablar de fútbol a los reclusos, mientras proyectamos películas de partidos. 

-¿A qué edad debutó con el primer equipo del Kaiserlautern? 

-A los diecisiete años. A los veinte, el 14 de julio de 1940, ya en plena guerra mundial, jugué mi primer partido con la selección de Alemania frente a la de Rumania. Fue en Franckfort y ganamos 9-3. Yo marqué tres goles ese día, lo que significaba comenzar con buen pie. El 20 de noviembre jugué mi partido internacional número veinticuatro frente a la selección checa, en Pressburg, y al final del partido me movilizaron. Me fuí al frente ruso y, cosas de la vida, me hicieron prisionero cerca de la frontera rumana. 

Una breve pausa para saborear un poco del vino espumoso que lleva su nombre, y continúa el relato: 

-En 1945 me trasladaron, como le he dicho, a Kaiserlautern y el Gobierno Militar francés de ocupación quería que jugara como profesional en un equipo de su país. Me dieron a elegir entre el Saint Ettienne, el Metz y el Racing de Paris, pero al final me decidí por entrenar a la selección militar francesa de ocupación, y en pago a este servicio, Francia devolvió el estadio Bedzenberg al Kaiserlautern cuando se retiraron. 

La guerra dejó una profunda huella en Fritz Walter. No fue fácil su estancia en el campo de concentración ruso, a pesar de que reconoce que se le trataba con ciertos miramientos por ser una figura del fútbol. Daba lecciones balompédicas a sus guardianes y estos, como contrapartida, dulcificaban un poco el trato. Pero se acabó la guerra y para Fritz Walter volvió el fútbol y la vida. 

-El 5 de abril de 1951 regresé a la selección alemana, en Zurich contra Suiza, y por primera vez junto con mi hermano Ottmar. Así hasta 1959, en que me retiré definitivamente, con dos campeonatos del mundo a la espalda, un título de campeón del mundo en el palmarés, 61 partidos internacionales disputados y con 33 goles marcados con la selección. 

-¿Y con el club? 

-Tengo la enorme satisfacción de haber contribuido a hacer del Kaiserlautern uno de los mejores equipos del país, conquistando sus dos únicos títulos hasta la fecha: la Copa de Alemania de 1951 y 1953, en que ganamos la final respectivamente al Preussen Munster y al Stuttgart. 

-¿Qué cobraba en el Kaiserlautern? 

-Trescientos veinte marcos al mes y mil marcos de prima por ganar un partido. Como esto no bastaba para vivir, todos teníamos que trabajar. Yo era empleado de banca y los martes y jueves, a las cinco de la tarde, teníamos entrenamiento. Los domingos, claro, partido. 

-¿Y cuál fue la prima por ganar el Mundial de Suiza 1954? 

-Dos mil quinientos marcos por los seis partidos que disputamos. Eramos auténticos amateurs. Jugamos frente a los mejores del Mundo pensando en el corazón, no en la cartera. 

El Mundial de 1954, como el anterior de 1950, puede considerarse como el de la sorpresa mayúscula. Nadie esperaba el triunfo alemán frente a la maravillosa máquina de hacer fútbol que era en la época aquella Hungría comandada por Ferenc Puskas. Especialmente después de pensar que Alemania, en los primeros partidos del Mundial de marras, había sufrido el 20 de junio, en Basilea, un importantísimo correctivo ante la propia Hungría: 8-3. 
Para Fritz Walter, ésta abultada e histórica derrota alemana fue una jugada maestra del seleccionador Sepp Herberger para confiar a los magiares: 

-En efecto. Fue una medida táctica de Sepp Herberger para confiarles. Con el equipo completo quizá también habríamos perdido, pero como dos días después teníamos que jugar frente a Turquía y el triunfo nos era imprescindible, salimos frente a Hungría sin cinco titulares: Turek, Morlock, Ottmar Walter, Schaffer y Mai. 

-Luego, en la final, la gran sorpresa... 

-Sí, incluso para nosotros. Teníamos un gran equipo, aunque no se confiara mucho en que pudiéramos quedar campeones. El segundo puesto era nuestro objetivo, por eso fue doblemente maravilloso ganar. La final contra Hungría no se me borrará de la mente mientras viva. Hungría a los pocos minutos ganaba ya por dos goles a cero, y esto, junto al recuerdo de la goleada anterior, les hizo bajar la guardia. A los veinte minutos estábamos ya dos a dos y faltando siete minutos para el final Helmuth Rhan marcó el gol del triunfo, el de la puntilla, el gol de la gloria imperecedera para el fútbol alemán. 

-¿Fué éste el mejor partido de su vida? 

-No, aunque fue el de mi coronación como futbolista. Para mi el mejor partido en este Mundial 1954 fue contra Austria, a la que vencimos por 6-1: mi hermano Ottmar y yo marcamos dos goles cada uno y jugamos todo lo que quisimos. 

-¿Qué gol recuerda más? 

-Solo hay uno. El que marqué el 6 de octubre de 1956 en Leipzig, jugando ante ciento veinte mil espectadores contra el Wismut Aue. En plancha y de tacón. Lo estuvieron aplaudiendo durante muchos minutos. 

-¿Qué jugador le marcó mejor? 

-Varios. En el fútbol alemán, un jugador poco conocido del Saarbrucken llamado Fips Philippi, que me perseguía hasta la ducha. A nivel internacional, el húngaro Bozsik y el austriaco Ocwirk. 

-Con Beckenbauer está usted considerado el mejor jugador alemán de todos los tiempos. ¿Cuáles eran sus virtudes? 

-No es bueno que uno hable de sus propias cualidades. Sepp Herberger solía decir que yo era perfecto en el control del balón y la colocación en el campo. 

-¿Y el mejor jugador que ha conocido? 

-Di Stéfano ha sido el más completo. Después, Pelé, Puskas, Garrincha y Beckenbauer. 

-Alemania ha conquistado dos campeonatos del Mundo. ¿Cuál de las dos gestas es más importante?. 

-Sin duda alguna, la de 1954, porque era después de una guerra y la gente no tenía lo que hoy tiene. Se me pone la carne de gallina sólo recordarlo. Era una época en que el alemán estaba derrotado, humillado y mal visto y el triunfo de Berna fue una recuperación moral para todo el país, mientras que en 1974 tenían que ser campeones porque todo el mundo esperaba que así fuera. Jugaban en casa y ser segundos habría sido ya una gran desilusión colectiva. 

Este es Fritz Walter, toda una institución del fútbol mundial. El antecesor alemán de Franz Beckenbauer en esta gloria, irrepetible para un futbolista, de alzar la Copa del Mundo a los ojos de sus aficionados.

Friedrich Walter, más conocido como Fritz Walter (Kaiserslautern, 31 de octubre de 1920-Enkenbach-Alsenborn, 17 de junio de 2002),​ fue un futbolista germánico. Es considerado una leyenda del fútbol alemán y para la FIFA uno de los grandes del fútbol mundial.


Fritz Walter, en sus tiempos de jugador

Fritz Walter y "Pancho" Puskas en la famosa final

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