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Carta a mi tío, Ángel Villar, ahora que ha muerto. De la tristeza del adiós a los imborrables recuerdos

Sobre la muerte del conocido cangués Ángel Villar Blanco ya se ofreció también referencia horas atrás en este mismo RBT. Los que quieran leer al respecto pueden hacerlo pulsando aquí. 


Querido tío Ángel :

Cuando este domingo lluvioso me han dado la noticia de que Dios te ha llevado consigo, no he podido por menos que sentir la tristeza infinita de constatar que la Pandemia, maldita Pandemia, me ha impedido ir a verte, como hubiese sido mi deseo, no una vez, sino unas cuantas veces desde que nos toca andar con máscara y con distancias de seguridad. Es decir, en la recta final de tu enfermedad no he podido despedirme de ti. Me produce mucha tristeza, pero así es vivir en este tiempo de contagios, en que todas las precauciones que ordenan son pocas. 

Tu sabes bien lo que has supuesto para mi en tantos años. Tu que siempre, siempre, siempre, me llamaste Eugenín. Nunca dejé de serlo para ti. Y me sentía muy bien, a mis sesenta y tantos, con que así me siguieses diciendo. Porque me recordaba la infancia, las tardes de fútbol que de tu mano disfruté en el viejo campo de Massó, las tareas de echarte una mano años después en el Alondras aún siendo un joven... tantas cosas que hicimos juntos. Recuerdo, siendo aún un niño, la ilusión que me hizo aquel carnet de socio infantil del Alondras, con aquellos 24 cupones para toda la temporada -uno por partido- que tenía grapados aquella carterita de cartón con el emblema del club. Tu me habías hecho socio, tu pagabas cada temporada mi carnet. Contigo aprendí lo que era fuera de juego, pero también lo que había detrás de un equipo de fútbol, lo que había que organizar y preparar para un día de partido, lo que costaba sacar adelante un club que llegó a jugar en una Tercera División con asturianos, cántabros... que era una auténtica Segunda B. ¡Qué tiempos!.

Yo fui creciendo, al tiempo que el Alondras, tu querido Alondras, crecía... en un auténtico milagro deportivo y social. Cuando aquel día lluvioso, tras un partido con el Gran Peña, me dijiste que no sabías qué sería del club porque la empresa Massó quería echar al Alondras del campo de O Salgueirón con la disculpa de que quería ampliar (jamás lo hicieron luego) la ballenera... me fui para casa y el lunes a clase a Vigo con el corazón en un puño, porque aquel fútbol que tu tanto me habías enseñado a querer, se podía acabar en Cangas...

Luego, un día, en tu almacén de materiales de construcción, me contaste que venías con Velloso y otros compañeros de andanzas en el Alondras, de firmar la compra de unos terrenos en Romarigo, que eran cuesta abajo, que habría que hacer un relleno allí de padre y señor mío, pero que se podía hacer un campo de fútbol... y que los que vendieron aquellos terrenos habían colaborado haciéndole un buen precio al Alondras. Y allí, Velloso, tu, Jesús "el pavito", Ernesto, Rodal, Oliveira, todos aquellos entusiastas subidos en el barco de la gran aventura, construisteis un campo que, en su categoría, era de lo mejorcito de Galicia. Y aquel 19 de marzo... el Salgueiros, de Porto, fue el rival del Alondras -reforzado con los legendarios Mateos, Jones y Peiró- para inaugurar aquel campo que a todos los cangueses de pro nos parecía el mejor del Mundo. Cuando Monseñor Cerviño bendijo aquellas instalaciones, comenzó un nuevo y muy importante tiempo para el Alondras, porque -entre otras cosas- dejaba para siempre atrás el grave riesgo de desaparición que en años anteriores corrió. Y tu fuiste pieza fundamental en aquellos tiempos tan difíciles...

Nada os arredró, a pesar de que vivíais con la soga al cuello. A todos aquellos, a unos más a otros menos, pero a todos os costó dinero el Alondras, en tu caso no poco dinero. Pero jamás te quejaste, como jamás hacías ostentación de lo mucho que hiciste desde tu modestia. Y pronto llegó la desgracia, porque con el campo casi recién estrenado, un día se produjo una especie de tornado sobre la superficie del nuevo campo de Romarigo. El viento llegó a retorcer la estructura metálica que sostenía las cubiertas de uralita de la grada de tribuna. La grada quedó destrozada, salvo la zona de asientos de los espectadores. Trajísteis una brigada de soldadores y metalúrgicos para retorcer y devolver a su sitio las estructuras metálicas aquellas, sopletes, gruas, pintores... la estructura volvió a su sitio tras una semana de trabajos. Faltaban las uralitas, la cubierta... no se había salvado ni una de aquel tremendo viento (se estimó que más de 150 kms/hora). Tu tenías un almacén de materiales de construcción... de ahí salieron las nuevas uralitas. Pagó lo que pudo y tardó en pagar el Alondras. El resto -que no era poco- lo pusiste tu... y jamás presumiste de ello. Y así... ¡cuántas veces!, ¡cuantos botes de pintura a fondo perdido!, ¡cuantas historias!. Y no sigo, porque como creo en el más allá, no tengo ganas de que me abronques por chivato, cuando un día volvamos a estar juntos.

Los años pasaron y mi relación cercana contigo permaneció siempre en el tiempo. Recuerdo tus consejos cuando mi primera novia... ¡Recuerdo tantas cosas!. Porque hasta hace poco que vino la pandemia, no dejaba de ir a verte con frecuencia, antes cada semana, aunque fuese unos minutos, cada vez que ponía los pies en Cangas. Ahora, maldita sea, no podré llevarte más veces aquel queso de las islas Azores que tanto te gustaba y que yo me lo agenciaba en Portugal. Ni podré llevarme tus botellas de vino blanco que con tanto cariño envasabas para ti, para la familia, tras la excursión anual a las tierras de Valdeorras (Corgo) de donde volvías con la camioneta de Barreiro llena de barriles... decías que era medicinal aquel blanco. Y malo no era, bien sabe Dios...

Querido tío Ángel :

Si de algo me alegré hace pocos años, fue del homenaje que en Cangas te dedicaron. Los homenajes, en Vida, claro que sí. ¡Quien te iba a decir a ti, querido Angel, que al atardecer de la Vida ibas a tener que ir al centro del campo del Alondras y acabar haciendo el saque de honor...!. Conociéndote como te conozco, desde tu grandiosa sencillez y humildad, estoy seguro de que jamás en más de ocho décadas habías pensado, ni deseado, ni una sola vez, verte en semejante protagonismo. Jamás.

Porque así eras tu : desde tu generosidad infinita, desde tu disposición permanente a colaborar, dabas todo lo que podías y jamás aguardabas a recibir nada a cambio. Jamás pensabas en recompensa alguna y sí en ser útil, en ayudar, en promover, en impulsar, en participar de una tarea común que fuese beneficiosa para otros, para la colectividad, para el futuro del pueblo que te vio nacer.
Así fuiste durante tantos y tantos años en tu paso por el Alondras. Fuiste una institución,
¡qué carajo!, déjame decirlo, que conozco mejor que nadie lo mucho y bueno de ti mismo que diste para ese club en el que fuiste, como titulábamos en la web de RÍAS BAIXAS TRIBUNA, todo un factótum. Y más.

Quienes aquel sábado de aquel mes de mayo asistimos al almuerzo de tu homenaje, en Casa Simón, volvimos a recibir una lección de humildad por tu parte, en las tres o cuatro espontáneas intervenciones que tuviste, en una especie de discurso en tres o cuatro fases, intercalado entre obsequio y obsequio que te entregaban desde el Alcalde de Cangas al presidente del Balonmano Cangas, pasando por el propio Alondras y más entes.
Tus primeras palabras, casi parafraseando a Sabina, fueron para decir, con esa ironía positiva que siempre te caracterizó -y que, sin duda perfeccionaste en tantos años de convivencia con tu inolvidablensuegro sevillano, Emilio Franco- : "¡ Pero hombre, por Dios, esto es bárbaro : encima de que yo disfruté tanto durante años haciendo lo que hice por el Alondras, ahora vais y me regaláis este homenaje... pero si el agradecido al Alondras soy yo...!". No se podía decir más ni mejor. ¡Qué grandeza en esa lección de humildad!.

Pero por si no quedase claro, aprovechaste las intervenciones siguientes, para atribuir el mérito a tu gran amigo, el mejor presidente de la historia del Alondras, que tenías a tu lado en la mesa : Antonio Velloso Romero (q.e.p.d.). Por dos veces, pediste un aplauso -que lo fue merecido y cerrado- para el. Y enseguida se te nubló la vista, cuando al atribuir los méritos a tus otros compañeros de viaje como directivos en tantos años -algunos ya fallecidos- viste que en la sala no había sino un batallón de grandes alondristas, ex directivos, directivos actuales, ex jugadores, ex entrenadores... ¡Y claro, sentiste que ya no podías más, que el nudo en la garganta era justificado porque por tu mente pasaban a mil por hora las imágenes de aquellas gentes en sus grandes protagonismos rojiblancos de antaño!.
Viste a José Luis, el entrenador que llevó al Alondras a enormes gestas y te acordaste también de que había sido un lateral como los que ya no quedan, de esos que eran muros infranqueables, por eso le llamaban "el pulpo". Viste al goleador Rubio, que aunque los años no perdonan, conserva aquella silueta escurridiza, de correr inclinado y caer a banda, para abrir el hueco que llevaba al gol propio o ajeno, pero ¡gol del Alondras!, al fin y al cabo.
Viste a Laguito; a Peter, que increíblemente se conserva como cuando jugaba en el lateral izquierdo, con aquella tenacidad que tu tanto elogiabas. Viste a Chapela, a Antonio...; viste a Pucho, genio y figura antes y ahora, y lo abrazaste como cuando -siendo tu delegado de campo más de un día- te lo llevabas al vestuario para que enfriase después de una expulsión injusta. Viste a Lago Paganini y maldeciste la hora en que aquella tremenda lesión abortó que hubiese sido un precursor de Messi en el Barcelona que entonces lo contrataba. Viste a Rafael Graña y te acordaste de cuando era como yo un chaval y como no servíamos para jugar, nos metías a directivos o poco menos, a ayudarte a organizar, ¡con 16 años...!. Viste a tantos y tantos en tu homenaje -que me perdonen por no citarles- que resultó que no había ni uno solo que no hubiese hecho algo importante por el Alondras. Por eso, sentiste que tenías que decirles a todos, que el homenajeado no debías ser tu, que el mérito era compartido y también de todos ellos.

Y siendo esto verdad, querido tio Angel, y sin restar mérito alguno a nadie, has de saber que lo tuyo, tus virtudes, tus aciertos, no solo han sido muy importantes para el Alondras; han sido muy importantes para todas esas personas, de diferentes edades, que por haber tenido que ver contigo -aunque a través del Alondras- quisieron estar en aquel sábado de mayo en tu homenaje.
Tu protagonismo en la vida de esas personas no ha pasado por ser un excelente dirigente del Alondras -que lo fuiste, sin duda alguna-. Tu protagonismo en ellos y sus vidas, lo ha sido por ser la excelente persona que siempre fuiste por haber irradiado en todo momento a todos esa ilusión, ese empeño, esa forma de ser tan positiva que siempre has tenido, en todo momento e incluso ante la mayor adversidad. 

Has sido un gran profesor en la gran escuela de la Vida. Y esos compañeros tuyos, directivos; esos jugadores y entrenadores con los que trataste; esos socios del club que bien saben de tu sacrificio y abnegación, en aquella hora han querido ser agradecidos y decirte lo importante que para ellos fuiste. Y ahora, en esta hora, a medida que van sabiendo de tu muerte, querido tío, no pueden por menos que mostrar una lágrima en sus curtidos rostros, un nudo en la garganta, un emocionado hasta siempre, querido Ángel...

Ahí está la verdadera raíz de tu homenaje aquel día, que Magdaleno, Ernesto y otros grandes entusiastas promovieron y que los dirigentes del Alondras actual supieron respaldar.
Habrá quien esto lea y piense que es ridículo que un sobrino se emplee a fondo en elogiar los méritos de su tío. Respetando tal pensamiento, lamento no haberle pedido permiso al censor de turno para escribir estas líneas. Pero tampoco te lo pedí a ti en vida, querido tío, para quien esta será una carta sorpresa dirigida allá donde estés. Lo hago porque me sale del corazón. Y porque -como ya te dije una vez- te debo muchas cosas importantes a lo largo de mi Vida.

La primera como antes dije ya, que no me olvidaré nunca de que fuiste tu, llevándome siempre desde niño a los partidos del Alondras, quien me enseñó lo que era el fútbol; aprendí casi todo al respecto de tu mano. Aprendí de tu mano, siendo muy joven, lo mucho que costaba sacar adelante una entidad como el Alondras. Y aprendí a colaborar, a organizar, a ayudar en una tarea común, junto a aquellos grandes de entonces, Antonio Velloso y sus formidables directivos, donde tu eras pieza fundamental.

¿Te acuerdas, querido tio Angel, cuando aquella tarde en el campo Massó, en un partido del filial Deportivo Cangués frente Meira, se produjo aquella batalla campal, con cientos de aficionados de uno y otro bando liándose a tortas en el césped? (al día siguiente fué portada en La Vanguardia). ¿Te acuerdas cuando viniste corriendo a la taquilla para que Celso -el taquillero oficial- y este que te escribe -que le ayudaba- nos cerrásemos por dentro con llave para proteger la recaudación de aquel "llenazo" y un loco no se la llevase por asalto?.

¡En cuantas historias increíbles, en cuantos sacrificios y esfuerzos por el Alondras, no estuviste metido, querido Angel!. O aquella vez del tornado del que hablé antes, que reventó la visera del campo Morrazo, cómo con Velloso y los demás organizaste todo para que ¡en 15 días! el Alondras tuviese su tribuna de nuevo como si no hubiese pasado nada... ¡Fueron tantos episodios, tantas historias por ti protagonizadas...!.

Me alegro infinito que en Cangas -pueblo de grandes virtudes pero que a veces peca de no saber reconocer los méritos de quienes tanto le aman- hubiesen sabido hacerte aquel homenaje, aquel reconocimiento apenas unos meses antes de que te llegase este maldito vendaval de enfermedades y te acechase estos últimos años para acabar contigo este domingo.

Aquel día de tu homenaje, cuando saludé a tu hermano Moncho en el campo Morrazo, me acordé de tus queridos padres, Angel y Josefa -¡qué gente tan buena!-; del horno familiar tan entrañable que tenían tus padres. Y de un domingo de galerna, de invierno, que veníamos empapados tras un partido en el viejo campo de Massó. 
Yo era poco más de un niño entonces. Ya anochecía cuando salíamos de O Salgueirón. Estabas tu, Ernesto, Apolinar, Jesús "el pavito", Rodal... media docena de sacrificados por aquel Alondras heroico. Los convenciste a todos para que nos acompañasen hasta el horno de tu padre -a donde llegamos sin avisar-, en pleno Casco Vello de Cangas. Todos empapados, de arriba a abajo. Entraba la noche en plena invernía canguesa. Soplaba el viento huracanado que impulsaba auténticas mantas de agua... 
Entramos en aquel bajo calentito y enorme del horno. Tu padre, con aquel aspecto
casi beatífico que tenía, nos abrió la puerta y de inmediato nos hizo pasar hasta el fondo, mientras realimentaba con leña el horno propiamente dicho. Nos quitamos gabardinas; en algunos casos hasta pantalones, nos secamos al calor extraordinario que teníamos delante.
Sobre dos caballetes, una tabla gigante; tu padre montó una mesa improvisada. Se abrió una lata gigante de agujas en aceite; otra enorme de anchoas; vino tu madre y trajo una fuente con tres grandes besugos y patatas recién cortadas, la metió en el horno... Abrieron unas botellas de blanco de los arenales de Donón, que tu padre tenía guardadas como oro en paño. Volaron los alcriques y las anchoas junto a un pan calentito que era el mejor que se hacía en Cangas en la época... Dimos tiempo así a que se hiciesen los besugos. Llegaron estos y pasaron a los estómagos, con bandera, banda y música, junto a aquellas patatitas de gloria y de Coiro... 
Hoy, medio siglo después, me acuerdo como el primer día. Erais así, tu familia era así : daba todo lo que tenía. Y porque no tenía mejor, que sino... también sería. Y de tal palo, tal astilla. De ahí surgiste tu, hace ya noventa y dos años y este domingo también lluvioso, también infame, te nos has ido, a ver a tus padres en la Eternidad, al abuelo Emilio y a la abuela Dora a los que quisiste tanto como a tus padres (¡cuantas lecciones de amor a la familia diste en Vida!).

Muchas décadas de bondad, de generosidad, de amor a la familia. Pero también de amor a los demás, de hacer bien, de querer a Cangas y sus signos de identidad -como el Alondras- con el empeño, con la intensidad, con el compromiso que tu has sabido tener siempre.
Por eso era justo, muy justo, que en aquel segundo fin de semana de mayo de años atrás, hayan sabido decirte, querido Angel, muchas gracias por ser como eres; por haber dado todo lo que has dado.

Por tanto, con voz entrecortada, con nudo en la garganta que no me deja hilvanar bien estas líneas, yo no hago nada que no sea lo mismo que hicieron en su día quienes promovieron tu homenaje.
Y más en esta hora de tu viaje a la Eternidad; no hago sino reconocerte tus grandes méritos, solo que diciéndote, querido tío : nunca podré agradecerte las lecciones y los buenos y oportunos consejos que supiste darme en muchos momentos de mi vida.

La pandemia no puede impedir, que aunque sea simbólicamente, te abrace y te diga :
hasta siempre, querido tío Ángel.
Tu sobrino,
EUGÉNIO EIROA
(Fotos de tu nieto, Freddi Costas)

Las fotos que siguen, de la autoría de Freddi Costas, nos llevan a un emotivo momento, aquel 10 de mayo de hace unos años, cuando en Cangas, en donde hoy le lloran, homenajaron a Ángel Villar. 


Velloso Romero (q.e.p.d.) no faltó al homenaje a su gran amigo. En el centro, el Alondras
con la camiseta dedicada que le entregó aquel día. A la derecha, Pilar Franco García, esposa
de Ángel Villar, recibiendo unas flores de parte del Alondras C.F.


Abrazado a los capitanes del Alondras y el Pontevedra, antes de hacer el saque de honor
en el partido que coincidió con la fecha de su homenaje.


Caminando tras haber hecho el saque de honor en un Alondras-Pontevedra

Sus amigos quisieron recordar en su memoria, en esta hora del adiós.



Abrazado a los capitanes del Alondras y el Pontevedra, antes de hacer el saque de honor
en el partido que coincidió con la fecha de su homenaje.


José Enrique Sotelo imponiéndole a Ángel Villar la insignia de plata del
Concello de Cangas. Manuel Camiña, el legendario presidente del
Balonmano Cangas entregándole un obsequio.

Velloso Romero (q.e.p.d.) no faltó al homenaje a su gran amigo. En el centro, el Alondras
con la camiseta dedicada que le entregó aquel día. A la derecha, Pilar Franco García, esposa
de Ángel Villar, recibiendo unas flores de parte del Alondras C.F.

Parte de los asistentes al homenaje a Ángel Villar quisieron posar con el homenajeado en 
el Campo Morrazo por el que tanto luchó Ángel Villar

Pronunciando unas palabras, en el día de su homenaje,
junto al alcalde entonces de Cangas, José Enrique Sotelo.










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