No tenemos obligatoria la mascarilla en todas partes, pero tenemos histeria, demasiada histeria...
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Mascarilla, ya. En todas partes, menos en casa. Mascarilla y distancia junto a prohibición de reuniones de más de media docena de personas y algunas normas básicas más sería excelente fórmula para poder convivir con el virus y que este no se extienda más allá de un mínimo.
A cuenta gotas, algunas comunidades autónomas españolas van decidiendo lo de la mascarilla obligatoria; pero... ¿y el resto?.
Hay que vivir con el virus, pero evitando al máximo su expansión, no facilitándole el ir y venir. Y esto es así porque no queda otra, porque la Economía y la propia Sociedad no pueden permitirse otra cosa.
Por eso : oír al alcalde de un pueblo de Badajoz pidiendo -como una histérica- que le cierren la frontera con Portugal en su término municipal porque hay un brote en un pueblo portugués que está... ¡a 35 kms de distancia!, sirve para que te des cuenta de cómo funciona esto con algunos políticos por medio; cada vez que piensan sube el pan...
En vez de pelear por lo básico, porque todos en su pueblo lleven mascarilla y guarden distancia (comencemos por eso), este caballero al parecer socialista dice que quiere un "protocolo sanitario transfronterizo" (aún no se ha enterado que estamos en Europa y en espacio Schengen desde hace ya bastantes años) y que, en todo caso, le cierren ya la frontera y confinen a su pueblo Villanueva del Fresno, para protegerse así de los que padecen la Covid en el pueblo portugués que está a 35 kms de allí...
Se sabe que el brote de Regüengos de Monsaraz se corresponde -en mayor grado- con lo sucedido en un grande "Lar da 3ª Idade" mas algún que otro caso en el pueblo; se sabe que está bien controlado por las autoridades portuguesas aquello, tanto que desde Regüengos no se ha extendido a los pueblos próximos (como Mourâo, por ejemplo, que está a medio camino entre Regüengos y Villanueva del Fresno); se sabe que incluso la Fiscalía General del Estado portugués ha abierto una investigación para averiguar el caso específico de ese hogar de ancianos... Se sabe, pero el alcalde este que ya ha conseguido salir en los telediarios, toca la corneta, acojona a sus administrados y en vez de tratar de vivir -con todos los cuidados del mundo- con el virus amenazante, amenaza el ya con confinar a su pueblo si en Madrid el Gobierno no le da el gusto de cerrarle "su" frontera.
Vamos mal. Si la histeria es la que preside la acción de los gobernantes, aunque sean de pueblo, mal vamos. Antes de llegar a eso, más le valdría mandar a los de su pueblo otras cosas, como que se pongan en todo momento la mascarilla y guarden siempre los dos metros... Pero esto parece que no le preocuparía mucho, por lo que pudo verse en las caras de no pocos paisanos del pueblo, en imágenes en reportajes hoy emitidos hoy por televisiones portuguesas y españolas.
Eso sí, el caballero en cuestión ha logrado darse a conocer en España y Portugal; ha logrado, por fin, su minuto de gloria. Ahora, si la gasolinera del pueblo, el vendedor de botellas de butano, la tienda donde tantos portugueses de vez en cuando compran... pasa a no vender un carajo otra vez porque alguien pone la barrerita dichosa de la frontera, eso, amigo mío, poco importa.
¡Tengan cabeza, hombre!. En Portugal y en España, tengan cabeza y sentido común. Apliquen de una vez medidas firmes de mascarillas+distanciamiento+grupos mínimos+transporte público al 50%+ firmeza ante las irresponsabilidades de los jóvenes+ medidas cautelares similares... apliquen eso aunque sea meses y meses pero... dejen a los ciudadanos ser libres en lo fundamental, en el ir de un lado a otro, en el poder comprar un portugués en Villanueva del Fresno y un español en Mourâo, comer uno de Elvas en una terraza en Badajoz y uno de Badajoz comprar una buena hoja de bacalao -que no la hay en España- en un hipermercado elvense...
Asistir al espectáculo lamentable de ese alcalde, que el día 1 cuando se abrió la frontera estaba calladito -cuando en Regüengos había el mismo problema que hay hoy- y de repente el día 10 (en apenas 9 días) pasa a montar este show, define la otra cara del problema de la crisis de la Covid-19 : la incapacidad de ciertos políticos para no perder la calma en los momentos complicados, la incapacidad para transmitir a sus administrados la necesaria tranquilidad y no la peligrosa histeria.
A cuenta gotas, algunas comunidades autónomas españolas van decidiendo lo de la mascarilla obligatoria; pero... ¿y el resto?.
Hay que vivir con el virus, pero evitando al máximo su expansión, no facilitándole el ir y venir. Y esto es así porque no queda otra, porque la Economía y la propia Sociedad no pueden permitirse otra cosa.
Por eso : oír al alcalde de un pueblo de Badajoz pidiendo -como una histérica- que le cierren la frontera con Portugal en su término municipal porque hay un brote en un pueblo portugués que está... ¡a 35 kms de distancia!, sirve para que te des cuenta de cómo funciona esto con algunos políticos por medio; cada vez que piensan sube el pan...
En vez de pelear por lo básico, porque todos en su pueblo lleven mascarilla y guarden distancia (comencemos por eso), este caballero al parecer socialista dice que quiere un "protocolo sanitario transfronterizo" (aún no se ha enterado que estamos en Europa y en espacio Schengen desde hace ya bastantes años) y que, en todo caso, le cierren ya la frontera y confinen a su pueblo Villanueva del Fresno, para protegerse así de los que padecen la Covid en el pueblo portugués que está a 35 kms de allí...
Se sabe que el brote de Regüengos de Monsaraz se corresponde -en mayor grado- con lo sucedido en un grande "Lar da 3ª Idade" mas algún que otro caso en el pueblo; se sabe que está bien controlado por las autoridades portuguesas aquello, tanto que desde Regüengos no se ha extendido a los pueblos próximos (como Mourâo, por ejemplo, que está a medio camino entre Regüengos y Villanueva del Fresno); se sabe que incluso la Fiscalía General del Estado portugués ha abierto una investigación para averiguar el caso específico de ese hogar de ancianos... Se sabe, pero el alcalde este que ya ha conseguido salir en los telediarios, toca la corneta, acojona a sus administrados y en vez de tratar de vivir -con todos los cuidados del mundo- con el virus amenazante, amenaza el ya con confinar a su pueblo si en Madrid el Gobierno no le da el gusto de cerrarle "su" frontera.
Vamos mal. Si la histeria es la que preside la acción de los gobernantes, aunque sean de pueblo, mal vamos. Antes de llegar a eso, más le valdría mandar a los de su pueblo otras cosas, como que se pongan en todo momento la mascarilla y guarden siempre los dos metros... Pero esto parece que no le preocuparía mucho, por lo que pudo verse en las caras de no pocos paisanos del pueblo, en imágenes en reportajes hoy emitidos hoy por televisiones portuguesas y españolas.
Eso sí, el caballero en cuestión ha logrado darse a conocer en España y Portugal; ha logrado, por fin, su minuto de gloria. Ahora, si la gasolinera del pueblo, el vendedor de botellas de butano, la tienda donde tantos portugueses de vez en cuando compran... pasa a no vender un carajo otra vez porque alguien pone la barrerita dichosa de la frontera, eso, amigo mío, poco importa.
¡Tengan cabeza, hombre!. En Portugal y en España, tengan cabeza y sentido común. Apliquen de una vez medidas firmes de mascarillas+distanciamiento+grupos mínimos+transporte público al 50%+ firmeza ante las irresponsabilidades de los jóvenes+ medidas cautelares similares... apliquen eso aunque sea meses y meses pero... dejen a los ciudadanos ser libres en lo fundamental, en el ir de un lado a otro, en el poder comprar un portugués en Villanueva del Fresno y un español en Mourâo, comer uno de Elvas en una terraza en Badajoz y uno de Badajoz comprar una buena hoja de bacalao -que no la hay en España- en un hipermercado elvense...
Asistir al espectáculo lamentable de ese alcalde, que el día 1 cuando se abrió la frontera estaba calladito -cuando en Regüengos había el mismo problema que hay hoy- y de repente el día 10 (en apenas 9 días) pasa a montar este show, define la otra cara del problema de la crisis de la Covid-19 : la incapacidad de ciertos políticos para no perder la calma en los momentos complicados, la incapacidad para transmitir a sus administrados la necesaria tranquilidad y no la peligrosa histeria.