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Galicia) Reportaje) Esos inolvidables momentos nocturnos...


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+ Texto : Xerardo RODRÍGUEZ -
+ Fotos : GALICIA ÚNICA - 


Resplandece el mar y nos envía música de olas sobre la belleza de la tierra litoral. Es el rito de cada tarde, cuando los espejos del agua, al compás de las mareas, engañan a la luz diurna. La noche derrota entonces al rojo atardecer y vuelven a nadar las luciérnagas. Brillan entre las sombras de la playa próxima. 

Las ciudades, sin embargo,  encienden la luz del bullicio, que es la luz del placer. Son los neones que anuncian juveniles espacios y el territorio humano de las animadas rúas.

Y siempre hay una postal eterna para quienes buscan en el horizonte el disco blanco de la luna llena.

Ya sabes, amigo. Siete son los caminos xacobeos. Siete las ciudades gallegas y siete sus símbolos. Siete maneras de vivir y siete modos de divertirse. Siete son los rutas urbanas del placer y siete las diferentes formas de conocerlas.

Hoy quiero invitarte a pasear la noche. A contemplar la historia entre las sombras que provocan las luces del hombre en contraste con los neones de la modernidad más alegre.

El Faro de Hércules preside A Coruña.  Cuando llega la noche, la ciudad y su mar se convierten en un nido de luciérnagas noctámbulas que se van de copas, por la Marina y la calle Real. La media luz crea la belleza esencial de su paisaje marino, espejo de oro que dibuja los límites de una ciudad rodeada de mar.

Cuando las serpientes de colores conquistan su espacio se escucha el latido nocturno, brilla la magia urbana en forma de bombilla y se iluminan todos los símbolos. Es cuando la gran ciudad se torna cervecera, apasionada y divertida.

Esta es la Puerta Atlántica de la gente que viene por mar… y también una montaña de peces de amanecer en el Berbés de los pesqueros.  A mi entender, compañero, la personalidad del gran Vigo la encontrarás en esa luz especial que refleja la Ría y en la fotografía de sus barcos en el agua; también en las pescantinas, los subastadores, los marineros… Ahí encontrarás las raíces de la gran Metrópoli gallega.

Aunque su ciclo más divertido se inicia cada noche, y más aún cuando la semana cumple su final, en los locales del centro o en Samil, donde el espejo de su bahía nos cuenta la vida a la luz de los pequeños faros que son cadenas de luz sobre las danzarinas olas que vienen y van desde y hacia las muy antiguas Illas Ficas.

Pontevedra siente el latido de su corazón nocturno en la gran plaza, donde fluye la conversación de terraza frente al histórico convento franciscano, justo al lado de la fuente que da de beber a quien pasa, con la virgen Peregrina como testigo.

La Plaza de la Herrería se llama así porque en ella trabajaban antiguamente los herreros. Entre los edificios que la rodean destaca el templo gótico del convento de San Francisco que guarda en su interior varias sepulturas, entre las que se encuentra la del capitán Paio Gomez Chariño, militar gallego que conquistó la ciudad de Sevilla.

Y al otro lado de esta emblemática Plaza, aparece presidiéndolo todo el Santuario de la Virgen Peregrina, construido en el siglo XVIII, con acusados estilos barroco y neoclásico, con planta circular en forma de vieira. La tradición cuenta que la Virgen guiaba a los peregrinos a través del Camino Portugués a Compostela.

Las luces de Lugo destacan el tránsito monumental de dos milenios porque su Muralla recuerda al caminante que esta ciudad es augusta. Es la primera historia que te cuenta la urbe cuando llegas. El círculo mágico que la envuelve marca los límites de un paisaje urbano nacido de las viejas calzadas. Pese a la edad, sigue impresionando su trazado, fronterizo entre un ayer monumental y la modernidad de la gente que progresa.

La noche nos cuenta también como Lugo se abre a la innovación en su ciudad universitaria,  que ha sido capaz de transformar el sentir poético del pasado en un mundo abierto a la creatividad. Y explosiona cuando te propone vivir el día y la noche con sabor y glamour, que coexisten, con la perspectiva antigua, los nuevos templos del buen comer, la cultura, la moda, el arte y la música, proyectando al exterior sus obras.

Los puentes de Ourense recomponen su paisaje nocturno mirándose en los espejos del Miño, mientras la gente busca el agua termal a las orillas del gran río y la noche avanza hacia el casco viejo, donde está la magia de la luz que recompone la historia y el local de juventud donde se baila mirando hacia la Catedral.

Bellas lápidas de Calpurnia Abana y Boelio Rufo sitúan a las ninfas romanas en la “fuente del agua que quema” y son el origen de la vieja Auriensis. As Burgas son fuentes de leyenda que habla de un volcán en Montealegre y de aguas termales que llegan desde el subsuelo de la Catedral, porque nacen bajo la capilla del Santísimo Cristo del milagro de la sangre que mana de su pecho y de la barba que aún le crece. Aunque la diabólica gente prefiere culpar de los hervores del agua a la proximidad del Infierno, por aquello de que, algún día, esta pudo haber sido “capital de pecado”.

Ferrol viene de Faro o Farol, aquella luz que guiaba a los barcos y que es símbolo que aún aparece en su actual escudo. Ciudad marina por ascendencia y porque cuanto tiene se lo da el mar. Si subimos al más antiguo Faro bien se ve que estamos en el centro del poder naval creado bajo el reinado de Fernando VI, cuando florecieron  los fuertes, los cuarteles y los más afamados astilleros del mundo.

A un lado está el mar bravo, el Atlántico que navegaron los Ártabros, con playas interminables y también paraísos escondidos. Al otro, la ría inexpugnable con sus fortalezas y la silueta de esos castillos de hierro que nos anuncian los mejores astilleros del mundo. Y en el medio, el puerto de la modernidad exterior, que preserva de peligros contaminantes a una ciudad hermosa que aún llaman Departamental, porque siempre estuvo alerta para la guerra…  aunque siempre vivió en paz.

Santiago. Sus calles de piedra son el espejo de su alma medieval y las paredes graníticas de los nobles edificios la caja de resonancia que amplifica el eco de las campanadas que miden el tiempo de la universal Compostela. El tiempo parece que no sucede en la vieja urbe.

Hasta ella llegan gozosos caminantes, aún en la Modernidad de los siglos, para pedirle a su Apóstol el gran secreto de la historia y el regalo de su arte barroco, gótico y románico. Arte que se plasma en los edificios de piedra labrada por artistas sabidos e incluso por los que son anónimos.

En estas urbanas piedras que se suceden como las arterias peregrinas,  está escrito el misticismo, la leyenda y la aventura que hicieron posible la magia de la ciudad, La Compostela de  romántico señorío… De nobles plazas, con fuentes y cruces también de piedra…De monasterios habitados por influyentes monjes…De grandes templos que aún alzan hacia el Cielo sus brazos, igualmente pétreos,  repiqueteando el perdón…

Las ciudades de Galicia conservan el encanto del ayer por el que paseamos nuestra urbana calidad de vida. Valle Inclán habló de una rosa mística de piedra, en referencia a la ciudad eterna e inmutable de Compostela; pero bien podría haberse referido a la serena belleza pétrea de las históricas cuadrículas de cualquiera de las siete grandes ciudades del País.

Todas ellas son urbes petrificadas en su más antigua expresión arquitectónica. Calles, plazas y nobles edificios se conjuntan para que evoquemos paseando el principio del todo, sin que nos importe el tiempo…

Xerardo Rodríguez