Reflexiono. Para eso me levanté tarde esta calurosa mañana...


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+ Texto : Xerardo RODRÍGUEZ -
+ Fotos : "Galicia Única" - 
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Reflexiono. Para eso me levanté tarde esta calurosa mañana, que aquí está el veranillo anunciado. Para reflexionar. Podía haber reflexionado al lado del Ameneiral pero no me dejan los entornos naturales. Me absorben tanto que hasta el pequeño río me bebe el pensamiento.

Así que he decidido quedarme a reflexionar en casa, con el fondo musical de Morricone. Me siento de película reflexionando en paz…

—- ¿Sobre qué?

—- Sobre un mar entre dos montes míticos y los mitos que nadan entre sus olas.

Verás. El Dr. Frame estaba empeñado en que fuésemos a comer al lado del mar, los dos, con su madre… para que este fuese un viernes de Gloria. Pero el sueño del muy soñador truncó sus proyectos de anoche para refrendar el dicho de la aldea, aquel que aún dicen por Cudeiro…

—- Unha nai é unha nai…

Al final hubimos de despachar menú casero, sencillo pero sabroso, seguido de siesta para no ver la tele. Así fue como volví a Carnota en sueños, que iba yo mojándome los pies por la playa interminable cara al monte Louro cuando vi volar a los fororrácidos del pleistoceno, las aves del terror, huyendo hacia el Atlántico infinito. Se iban ahogando, una a una, en alta mar porque los gigantes galaicos, los cazadores de los animales más grandes de la creación, las habían echado de su feudo geológico.

Di la vuelta en redondo y desde la playa alcancé el Monte Pindo. Había avanzado millones de años para llegar al siglo II de nuestra era. Ese día del 931 se estaba librando la gran batalla entre celtas invasores y los nobles galaicos nerios… Nadie sobrevivió y todos los guerreros quedaron petrificados, unos encima de los otros.

Luego me desperté pensando en los idílicos lugares que dan principio a la Costa da Morte…

Es que, entre el Louro y el Pindo está la laguna de los nenúfares donde se bañan las ninfas. La playa abierta donde la villa de la calma cosecha su belleza. El puerto de la vida de la estirpe marinera. Y el horizonte más azul y marino.

Sobre él escribe el crepúsculo el final de la tarde…

Así fue como pasé la tarde reflexionando tras habernos perdido el sargo a la brasa de un sitio que yo me sé y no se lo digo a nadie, porque aún se come a precio. Me asomé a la ventana recordando a Calderón… Efectivamente, toda la vida es sueño y los sueños… sueños son.