Adiós, 31 de julio... ¡hola, mes de Agosto!
Xerardo RODRÍGUEZ.
Nada es verdad ni nada es mentira cuando la mitad de los españoles se dedica a holgazanear y la otra mitad hace lo que puede, porque para volver a la normalidad ya llegará septiembre y luego, ese otoño que, por aquí, en los últimos años, es la prolongación del verano.
Será por el calor o porque lo llevamos en el ADN, pero el que más y el que menos aparca en agosto los problemas porque nadie quiere nubes negras sobre la playa. Digo yo que la España de las naciones debe de ser muy rica cuando se permite el lujo de tanta fiesta.
El caso es que, salvo los problemas endémicos del Estado y de las Autonosuyas, más la cosa política, nuestro mundo se ha detenido y esto parece Jauja. Por la carretera pasan coches y mas coches, el espacio aéreo vuelve a llenarse de estelas de aviones y RENFE ya no tiene un solo tren parado. Todo se mueve en dirección a las playas esperando que, tras el verano, haya quien se ocupe de los asuntos pendientes y los telediarios dejen de darnos la vara con los mismos desacuerdos de los mismos personajes, que algunos ya huelen a naftalina.
UN CADÁVER EN EL JARDÍN
Cada vez que veo la estela de un avión sobre mi cielo recuerdo el caso del pobre kenyata anónimo que murió congelado en el tren de aterrizaje de un aparato de Kenya Airways y cayó cual barra de hielo en el jardín de un ciudadano de Clapham, un barrio de Londres situado en la senda de planeo del aeropuerto de Heathrow.
El pobre hombre se subió en Nairobi al avión de sus sueños. Me imagino la desesperación que sufriría para pretender llegar a la capital inglesa entre las ruedas de un aparato que vuela a más de once mil metros de altitud… ¡Mas terrible que morir en el Mediterráneo cuando la patera se hundió!