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Una lluvia de historias, si me lo permites) Un relato de Xerardo Rodríguez

LLUVIA DE HISTORIAS

En este país la lluvia es arte porque nos descubre la forma exquisita de la belleza. Es en su espejo donde vemos un universo de perfecciones.

En la nieve que alborea el ancestral paisaje de la laguna glaciar. En el manantial, compañero saludable y amoroso en cada sorbo de bebemos. En el regato capaz de superar el vértigo de la cascada. En el río, refrescante y peregrino, espejo del alma verde de Galicia. En la ría de los atardeceres de oro pese al invierno. Y en los dos mares, luz y vida de la Tierra Única.

AGUA BRAVA

Sin embargo, el cielo de invierno revienta a veces para gastar la fisonomía del paisaje y producir la derrota de la belleza porque baja el agua con fragmentos de ruina. Es esa lluvia que se comporta como la amorosa dama que nos tira los trastos a la cabeza… La lluvia larga, larga.

Agua torrencial que avanza entre la luz de sombra para invadir los caminos sobre los restos de la gran tormenta, en ese momento en el que hasta los pájaros huyen.  Entonces, se produce la rústica muerte de todo y solo queda el lodo sobre el corazón de las piedras.  Pero dicen los viejos de mi aldea que…

—- Nunca choveu que non escampara…

Y siguen mis viejos con el relato de aquella tormenta perfecta… El que a ellos les contara un anciano muy anciano cuando aún eran ellos muy niños.

—- Aquil trono levantóunos a todos da cama. Foi como si houberámos saltado nós mesmos. Abrín a fenestra pouco a pouco para que non a levara o vento e vín claramente como aquil lume se erguía por riba da chuvia… ¡Estaba a arder a casa da bruxa!

Esto ocurrió en Sás do Monte cuando aún no había otra energía que los rayos que iluminaban la sierra santa cada invierno, desde que se fuera el año aquel de 1813… y se llevara con él a la anciana curandera, conocedora del arte de los remedios, a quien el prior de Montederramo acusaba de practicar la brujería.

Al año siguiente de 1814 muchos habitantes del pueblo y de los alrededores enfermaron de un mal incurable que les indujo a atravesar la puerta del Mas Allá… mientras los últimos monjes abandonaban el monasterio de Montederramo. Nunca volvieron.  

AGUA MANSA

El agua mansa es capaz de crear el paisaje reposado, incitante y solitario al lado mismo del generoso lago en el que se calma la montaña, contemplando su propia belleza. Aunque en Galicia abundan los humedales en los que el agua prolonga su estética, es en la montaña más alta en donde la anciana laguna provoca el estado más puro de la ancestral naturaleza.

Claro que… hay otro lago que los paganos le dicen de Siris y los cristianos de San Martiño, que recibe mil caricias de la luz invernal para mejor expresar los signos de la vida, en medio de un entorno idílico. Y si lo miras fijamente te contará la gran fantasía que hará brillar tus ojos viajeros.

Sucedió, según la leyenda, pocos años después del nacimiento de Cristo en lo que era la media montaña ourensana; concretamente en los páramos próximos a Maside. En ese lugar aún existe en la actualidad una laguna hermosa, que luce estos días como espejo de las nubes de invierno, de esas que hacen hueco al sol para que disipe la niebla.

Los habitantes de aquellas tierras eran lemavos, noble pueblo galaico desaparecido en combate con los celtas, primero; y posteriormente con los romanos.

Aquella ciudad contaba con más de doscientas pallozas. La mayoría eran de familias campesinas que dominaban el arte de cultivar el campo con frutos de increíbles sabores. También los había que cuidaban del ganado.

Tres días tres, después de que el año III se hubiese caído del calendario, sucedió la tragedia…

Del suelo de la ciudad de Siris comenzó a salir agua a borbotones, tragándose todo lo que encontraba: la gente, el ganado, las pallozas…

EL LAGO DE SIRIS

La bella ciudad de Siris quedó sumergida bajo las aguas limpias y transparentes de un lago… Solo se salvó Gael, una niña pastora que contemplaba el suceso con sus ovejas desde la lejanía del prado.

La leyenda dice que, una hora antes, había pasado por Siris una hermosa Virgen camino del Fin del Mundo, a la que le fue negada comida y albergue en todas las pallozas. Solo la pequeña Gael le ofreció pan y queso.

Nadie supo nunca si esto que te cuento es producto de un sueño o realidad histórica, pero lo cierto es que la laguna existe rodeada de misterios y de fallidos intentos para desecarla. Incluso se habla de la muerte de un ingeniero de la modernidad que antes de que lo intentara murió al chocar su coche contra el carro de un arrieiro.

En Maside le llaman O Lago de San Martiño pero las antiguas crónicas de Plinio sitúan la Laguna de Siris en el mismo lugar. La cristianización ignoró el hecho… quizá porque una Virgen no puede ser tan cruel, según la doctrina de Pedro.  

AGUA CLARA

Sí, en Galicia el agua entona su melódico latido y todos la bebemos como la fuerza vital que precisamos. Ya sabes. Las fuentes son milagrosas… y lo mismo calman la sed que cauterizan las heridas del cuerpo.

A mí me gusta sentir como el agua serena mis días de plata, esos en los que huimos de las amenazantes nubes cárdenas premonitorias de las grandes tormentas, en el paisaje domesticado de la piscina termal de nuestros sumos placeres.

Son esos días en los que te conmueve el relato de un anciano al atardecer…

—- Estas augas son milagreiras…

—- ¿E que fan que non fagan outras?

—- Curan os enfermos…

Era un día de esos de los que no sabía qué hacer y me fui de Pontevedra a Cotobade y de allí a Augasantas, que no siempre se llamó así. Es más, empezó a conocerse cuando sucedió el milagro y después de que se erigiera el santuario de Nosa Señora a mediados del siglo XIX.

—- Era unha aldeuca pequena que por non ter non tiña nin eirexa, por iso a xente iba a Caroi a misa. E tiña mérito porque daquela non había carretera e o camiño facíase moi difícil,  sobor de todo para os vellos…

A pesar de la dificultad y de su condición de invidente, un anciano de aquel lugar caminaba hasta Caroi todos los domingos y fiestas de guardar. Uno de esos días se detuvo en un lugar próximo a su aldea, en donde manaba una fuente de agua natural. Según cuenta la leyenda, se lavó los ojos con aquellas aguas y milagrosamente recuperó la vista…

—- Aquela velliña meteuse polo monte e atopou unha imaxe da virxe.  A Nosa Señora pedíulle que naquel sitio levantara un santuario… cousa que fixeron entre todos os da aldea.

El Santuario de Nosa Señora de Aguasantas aún está en pié y la fuente da testimonio de sus poderes curativos:

 Dios es fuente de salud y te mira con clemencia pues por curar tu dolencia puso a esta agua virtud”.

—- A auga desta fonte nace debaixo do altar da eirexa…

—- ¿E sabe si se diron mais milagres?

—- Sí; pero o mais grande e que por beber aquí sigo eu neste mundo os noventa e seis anos.

AGUA DE RÍO

Cuando escampa, se produce el momento en el que el sol anuncia primaveras de invierno porque levanta la cabeza la rosa tardía del jardín. El río serena, entonces, su cauce con cadencioso ritmo. Riega la tierra, otra vez, con agua de vida y vuelve a producirse el momento dulce en el que la luz atraviesa los árboles de su ribera.

Escampa, digo. El cielo se limpia de lluvia y reina la paz. El paisaje viste de nuevo la belleza y la ternura asoma entre la niebla.

Cuando escampa, otra vez transcurre el tiempo libremente para que la perspectiva se vuelva vital.  Así recuperamos el grandioso espectáculo que provoca el agua. El agua de río.

En aquel tiempo no existían las fronteras entre Portugal y Galicia, solo un río y una sierra ponían límites al paisaje y a las tradiciones. Un río con dos acentos y con dos trayectos: El río Limia o el río Lima. El Limia es el que los gallegos vemos nacer aún en las fuentes de Antela de la Sierra Santa. El Lima es el que los portugueses del norte ven morir en el Atlántico, por Viana, la del Castelo.

Con el río Limia, a la altura de Xinzo, se encontraron los soldados de Roma, capitaneados por el procónsul Décimo Junio Bruto, en el año 137 antes de Cristo. Del agua emergía una capa de niebla que impedía ver la otra orilla y aquel ejército se volvió temeroso y débil, negándose todos los soldados a obedecer a su capitán, cuando les ordenó vadear el río.

Para aquellos romanos el Limia no era otro que el río Lethe. En su mitología se corresponde con el río del Olvido; si bebían aquellas aguas tomarían otro cuerpo para entrar en el Mas Allá, aliviados de los recuerdos de la vida terrenal. Y no estaban dispuestos aquellos soldados romanos a olvidar el presente. Pero…

El bravo procónsul Junio Bruto cruzó las aguas del Limia y desde la otra ribera fue llamando a cada uno de sus soldados por su nombre. Y todos cruzaron el río pese a la niebla, para conquistar la Gallaecia.

Ya se sabe que los gallegos somos muy dados a festejar la historia, la leyenda, los santos y sobre todo nuestras batallas… incluso las que hemos perdido. Por eso las orillas del Limia son el escenario en donde se escenifica aquel cuadro que cuentan todas las crónicas de la romanización de Galicia.  

AGUA DE MAR

Quizá no exista tan bella muerte como la de los grandes ríos cuando se entregan a nuestros dos mares tras crear hermosas bahías y ensenadas, espejos de plata de cada invierno, en ese momento en que el viento de la tarde se entrega a la calma.

El Atlántico es océano de intensa luz diurna, con agradable olor a salitre y música de olas que braman en cada imperfecto rincón de su libre espacio pétreo o hermosas melodías que se escuchan suavemente en la arena de la playa.

El Cantábrico es un mar bravísimo que esconde tesoros con sus vivas mareas en las rocas gigantes, esas que escupen blancura de espuma. También esconde playas hermosas donde se bañan las nereidas que viven en catedrales de caprichosas formas.

Los dos mares de Galicia te conquistan por insignificantes detalles que empequeñecen la inmensidad de la mirada perdida en el infinito, allá donde tiene el sol su morada. Esa que se ve cuando los cielos degradados entre el gris y el azul se tiñen de rojo.

El final del día acontece cuando se enciende la luz del faro… para que los barcos que van y requetevan por el espacio, ahora arriba ahora abajo, pongan rumbo hacia el mas allá de la negra sombra.  

La historia y la leyenda se mezclan en todo el trayecto de los dos mares. Pero del litoral gallego… es la Costa da Morte la que esconde mas misterios. Las aguas atlánticas baten fuerte contra las abruptas riberas entre las Illas Sisargas y el Fisterrae. Por eso sucedieron cientos de tragedias en los días en los que el Océano se dejó seducir por la mayor furia invernal.

La historia habla de naufragios que perviven en la memoria de los viejos mariñeiros de los puertos de CormeCamariñasMuxía Finisterre y más de 25 libros de mi pequeña biblioteca corroboran lo que te dicen los percebeiros, protagonistas del riesgo y la aventura de vivir.

Aquí se mezcla la belleza litoral con el recuerdo de lo trágico. Como diría César Antonio de Molina…

Ir a la Costa da Morte es un viaje elegíaco al territorio del mito”.

En Fisterra, frente a la luz del Faro, se esconde el Centolo, un islote de rocas traicioneras que hicieron naufragar a más de 25 barcos. Los más comentados desastres fueron los de los ingleses “Captain” y “Bitten”, a finales del siglo XIX, que perdieron toda su tripulación, en total 38 marinos.

Los barcos ingleses fueron los que más sufrieron en esta Costa da Morte. En Cabo Touriñán permanece aún hundido el Douro, que perdió treinta dos marinos en la tragedia.

En Muxía, en la Punta da Barca, se hundió el español  “Mina Sorriego” y en los bajos de O Negro, en Arou, sucumbieron los también ingleses “Woltfromg”, que dejó 28 víctimas y el “City of Agra”, con otras 29.

Por Camelle aún se habla del espectacular naufragio en la Pedra do Porto, ubicada justo enfrente del actual Museo de Man, a la entrada de la villa por mar. Lo protagonizara el carguero inglés Yeomán, que se dirigía a la India cargado de género.

Fueron cuatro las víctimas y se dice que el resto de la tripulación regaló las telas que traían a bordo a la gente del pueblo, para que se hicieran ropa nueva.

Pero el gran naufragio de la Costa da Morte fue sin duda el del buque escuela inglés Serpent, en la Punta do Boi, frente al Cabo Vilán. De sus 175 tripulantes solo se salvaron tres. Era un acorazado espléndido que iba rumbo a Sierra Leona, el 10 de noviembre de 1890.

En lo alto de la colina, mirando hacia el Faro y hacia la Playa do Trece, está el famoso Cementerio de los Ingleses, donde recibieron sepultura 173 marinos y que aún hoy reciben honores de cuantos barcos pasan por esta ruta.

Más de mil almas vagan aún por este mar, el gran escenario de cientos de tragedias. Fueron muchos los marinos que encontraron aquí su destino final.

Xerardo Rodríguez, director de GALICIA ÚNICA