CÍES EN LA INTIMIDAD
Las muchas veces que he ido a las antiguas Illas Ficas jamás he podido nadar, siempre me he dado el típico chapuzón de los apocados por el agua fría del Atlántico, pese a que ahí es ría y no océano. Es que ni te imaginas como estaba: casi te cortaba las piernas por el tobillo si permanecías más de un rato con los pies sumergidos.
Sin embargo, mi Betiña, mi infanta –porque siempre fue la pequeñita-, nadó ayer entre lubinas y sargos y hoy me contó las maravillas de un mundo submarino que conoció buceando sin traje de neopreno.
—- Papá, ni te imaginas como está el agua de las Cíes… Como en el Caribe.
Bien la creo que así sea, como en el Caribe, que mi Betiña era incapaz de nadar mucho tiempo en la piscina, con el agua medida a 27 grados, cuando vivíamos en Carreira.
Si te cuento esta intimidad familiar no es para darte envidia porque tengo unos hijos maravillosos ni para presumir del Parque Nacional de las Illas Atlánticas, la joya más preciada de nuestros dos mares. No, quiero llamar una vez más tu atención sobre el cambio climático, porque se hace notar más aún a medida que se suceden nuestros veranos.
Si viviera Germán Luaces, “Chuco”, el único habitante de Cíes que se atrevía a pasar los inviernos en las islas, estaría asombrado de ver a la gente bañándose en Rodas, la que está considerada por los expertos la mejor playa del mundo…
—- Aquí o que hai que facer e regular ben o tráfico de barcos e a xente que ven as illas, senón de seguida morrerá todo esto.
Si “Chuco” levantara la cabeza vería como sus deseos se han cumplido y el acceso a Cíes está afortunadamente bien controlado. Es probable que el año que viene Betiña nade además de con robalos, con pulpos, xoubiñas, lenguados y rodaballos, que buscarán refugio en un mar verdiazul, sin anzuelos ni redes.