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Es Viernes Santo. Los roscones de mi tío, Ángel Villar

Es Viernes Santo. Aunque en este segundo año de gracia de la Covid, a muchos no nos no lo parezca. En la "Galega" está una sustituta de Kiko Novoa, Terio Carrera haciendo el papel del chistoso y la habitual Loli que aparece a esta hora de la Radio en la Tele pero que es más de la Tele que de la Radio. Disculpad el galimatías. Es Viernes Santo. El trio pide a los oyentes que llamen para contar si hoy comen carne o pescado, por aquello de que es vigilia... No se les ha ocurrido nada mejor para abordar en un Viernes Santo. 

El caso es que gracias a ellos, me acuerdo de los roscones que en Jueves y Viernes Santo distribuía mi tío Ángel Villar a los que éramos su familia. Y aunque tu creerás que es una exageración, yo bien se que no lo es : los roscones de Ángel Villar eran los mejores de Cangas, eso ya sin dudarlo. Pero muy difícil que hubiese otros en el Mundo que les superasen.

Cada año, por Semana Santa, yo echo en falta los roscones de mi tío Ángel. Y este año, meses después de que el haya muerto... más todavía. Aunque si soy sincero... a quien hecho en falta, mucha falta, es a el, que era una persona excepcional. Pero déjame que te hable de sus roscones...

Atareado todo el año, en su almacén de materiales de construcción, con los ladrillos y cementos, los materiales de obras, el ir y venir, los suministros, trabajador de sol a sol infatigable, ocupados además sus ratos libres haciendo posible que otros más jóvenes hiciesen deporte... cuando se acercaba el Domingo de Ramos hablaba con su padre (que tenía un horno de leña en Cangas célebre porque allí se hacía y cocía el mejor pan artesanal de O Morrazo) para ver si le hacía un hueco, en uno de los días de Semana Santa, para ir allí, amasar con sus manos el delicioso mejunje que preparaba y cocer luego aquellos roscones que de sus brazos salían.

Yo no sé si era su hermana, Aurora (formidable repostera), quien preparaba los ingredientes... Nunca pregunté. Porque también Aurora (q.e.p.d.), por esas fechas, andaba con "sus" propios roscones, a cocer finalmente en el mismo horno. Pero de lo que sí puedo dar fe... es de que mi tío Ángel mimaba y amasaba los suyos y que luego volvía de aquel horno del casco viejo de Cangas, con tal cantidad de barras de roscón (para distribuir a las personas que quería) que más bien hacía falta una pequeña furgoneta para llevarlas hasta su casa-almacén, en donde se instalaban en una habitación (perfumada con aquel aroma delicioso de esencia de comedido anís y del recién hecho) a la espera de que cada agraciado -previo aviso- pasase por allí en los días de Semana Santa a recoger tan deliciosa iguaria (como dirían los hermanos portugueses).

Decirte ahora que aquellos roscones eran el no va más... puede convertirme en un pedante, un imbécil entre tantos al uso, además de no llevar a parte alguna. Pero la realidad es que aquello sí que sería excelso para cualquier paladar que se precie. 

Supongo que cuando murió su padre, que regentaba con su mujer, Josefa, aquel horno histórico en Cangas, a mi tío Ángel se le quitaron las ganas de seguir cada Semana Santa elaborando "sus" propios roscones. No era para menos. Si mi tío Ángel siempre fue una persona enormemente bondadosa, yo diría que su padre, Ángel también, era la bondad infinita. ¡Qué gran familia aquella!.

Pero muerto su padre, mi tío Ángel aún continuó no pocos años con su maravilloso buen hacer en Semana Santa. Pidiendo de prestado el horno, primero a un hermano, luego más tarde a otros, supongo, el caso es que mientras no se hizo ya muy mayor, de los otrora fornidos brazos de mi tío seguían saliendo los dichosos roscones. Pero por lo que fuere, aún siendo deliciosos, a mi se me hacía que ya no eran igual que aquellos de mi infancia, de mi juventud, de mi mediana edad incluso...¡Quien sabe, tal vez porque a lo mejor el horno ya no era el mismo, no había aquella leña tradicional (con la que Moncho, otro hermano de mi tío, nos hacía espadas de madera a mi primo Enrique y a mi, para que jugásemos de pequeños)... o, simplemente, ya no estaban sus padres presentes que, a lo mejor, iluminaban aquel milagro de los mejores roscones del Mundo!.

Hay quien dice, probablemente en una ilusión, que el amor con que se hacen las cosas, generalmente se refleja en ellas; y que si tienes sensibilidad para apreciarlo, disfrutarás de aquellas mucho más... No quiero hacer elucubraciones de ningún tipo, ni justificar nada de mis calificativos hacia lo que en Semana Santa salía del esfuerzo de brazos y manos de mi tío... solo quiero este Viernes Santo, recordarle -otra vez- a el, aunque también sea a través de sus roscones. Y no simplemente por añorar aquel sabor tan exquisito, no; básicamente porque aquellos "sus" roscones eran una muestra más, de las muchas que nos dio, del amor que tenía por su familia, por sus allegados, por la gente que realmente quería.

Aquellos roscones de Semana Santa, aquellos vinos blancos -Godello- que embotellaba personalmente (también para regalar a sus familiares y amigos allegados) y que una vez al año iba a buscar en un tanque enorme de aluminio desde Cangas a Córgomo (allá por Valdeorras) subido en la misma camioneta de su amigo Barreiro, con la que repartía por la semana ladrillos y sacas de cemento...todas aquellas cosas que -de corazón- mi tío Ángel hacía, hoy, en un día como este, Viernes Santo, tradicionalmente tan importante en Cangas, a la cabeza afloran, entre emociones, recuerdos, la tristeza de una muerte aún cercana,  pero también : la sensación de cercanía siempre de quien en Vida a todos los cercanos nos mostró que se puede vivir con poco y ser feliz, que se puede hacer presente el cariño y el afecto en todo lo que se hace y de corazón se da.

En este Viernes Santo, al final, he de estar agradecido a la sustituta del radiofónico Kiko Novoa, a sus contertulios de "A Galega" porque hablando de la banalidad de comer hoy "carne o pescado"... me vinieron a la mente recuerdos y cuestiones más sublimes que "carne o pescado", una de ellas, aunque no os lo parezca, los roscones de Semana Santa de mi tío, Ángel Villar, que en gloria esté.

EUGÉNIO EIROA

(Foto : Marta Vigo)

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