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Pensiones, pensionistas y... oportunistas / Los apuntes de Xerardo Rodríguez

El maestro Xerardo Rodríguez (www.galiciaunica.es) tiene la buena costumbre de escribir cada mañana, cuando avanza el nuevo día, sus impresiones en una agenda electrónica. Así, día a día, va reflejando sus comentarios, sus apuntes, a lo que llama cada jornada su atención, bien sea en sus paseos (ahora menos, porque dice que si aumentan los casos de coronavirus, lo prudente es salir menos), en la atención que presta a un sin fin de televisiones y radios, en la lectura que hace de varios periódicos... subraya, analiza, anota, piensa y... finalmente escribe. Luego, cuando llega el fin de semana, a todo lo que escribió día a día, le da forma y pasa a editar, en su www.galiciaunica.es una sección (dentro de la edición semanal que hace y presenta en Internet) llamada : "Sucedió esta semana". Sección que os recomiendo especialmente y que se une a otra serie de reportajes y artículos a cada cual más atractivo... completando la edición semanal que sube a la Red de Redes allá por las once de la mañana de cada sábado...

De la edición de este primer sábado de otoño, hemos tomado un par de apuntes de actualidad, reflejados por Xerardo en su famosa agenda electrónica, cuando allí anota lo que piensa y le ha llamado la atención cada día...


Textos de Xerardo RODRÍGUEZ

Pensiones, pensionistas y... oportunistas

Hoy también hay que hablar de pensiones y pensionistas, que apareció en mi pantalla otro chico listo, de los que estudiaron Economía en Harvard, hicieron varios masters, y ocupan ahora un cargo bien remunerado. Estos son los que emboban a la gente con las cuentas de la lechera, ya sabes, aquellas que nunca cuadraban.

Esta vez quien salió a la palestra fue el  director de Economía y Estadística del Banco de España, Arce, y nos dejó estas dos perlas iniciales:

—– El incentivo para no jubilarse es escaso pero el sistema de pensiones mejorará si lo hace el empleo y se reducen los costes.

Ya lo decía mi padre:

—- Es rico aquel que gasta una peseta menos de lo que gana. Tenemos que reducir gastos.

Pero en una sociedad con un capitalismo salvaje imponiendo sus beneficios incluso por encima de la salud de las personas, la sentencia de mi padre es un imposible. Con un desequilibrio salarial tan injusto como el español nada mejorará mientras los inversores –ahora se llaman así- sigan participando en el maratón que se han organizado para ver quien resulta ser el rico del mes.

Lo que nos dice el Sr. Arce son obviedades…

—- Si retrasamos la edad de jubilación –hasta que se nos doble la espalda como a doña Rogelia, que solo podía ver el suelo que pisaba– y estudiamos algunas figuras impositivas, además de reducir los gastos mediante otros cambios, seguro que mejoramos el sistema de pensiones.

Es decir, si la edad de jubilación se fija en los 75 años –un suponer- y la media de fallecimientos en España se produce a los 80 años, el Estado solo tendrá que pagar un 10% de lo que suma actualmente el sueldo de los pensionistas. Eso, si no sigue avanzando el coronavirus y nos manda a todos los que pasamos de los 65 para el otro barrio, porque entonces el coste será cero.

Lo que Arce calla es que la base del bienestar social radica en unas buenas prestaciones públicas en materia de sanidad, educación y asuntos sociales, entre los que incluyo trabajo y vivienda. De lo demás podemos hablar, pero nunca será básico. Así que, antes de contarnos milongas, piense usted como experto en los gastos superfluos que tiene España con la monarquía, las administraciones duplicadas (Senado-Congreso y Diputación-Gobierno autónomo), algunas empresas públicas y las muchas mamandurrias que el colegueo político exige.

Por ahí y por una subida de impuestos a los que se forran… pasa ese futuro que hoy vemos tan negro; aunque para este viejo periodista jubilado -que sigue trabajando y gratis, vivió tiempos peores y anda ya medio descosido- el futuro es hoy.  

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Cuando "la gente tiene los ojos vidriosos..."

Es jueves, 24 de septiembre. Este día de otoño se me anticipa al invierno. He tenido que dejar en casa mi terquedad y vestirme con ropa que evite frío y lluvia, para simplemente dar unas vueltas a la manzana y comprobar que no sigo solo en el planeta. Te digo que este paseo no cunde porque si miras a la gente verás que tienen los ojos vidriosos, signo externo de la tristeza que les envuelve cuando las cosas no van bien. Alguno ocultará una sonrisa, de esas que se echaban antes al paso, puede, pero la maldita máscara la oculta y este ambiente, de puro irresistible, me devuelve pronto al refugio dónde imagino otra vida feliz.

En Cudeiro, cuando el otoño hacía su entrada triunfal, mucho antes de comenzar nuestros magostos, trepaba yo la empinada cuesta del Camino Real para procurar el souto de Chaín y hacerme con los primeros frutos del castiñeiro, mi corazón vegetal. De ambos emanan los ritos que sigo cada año por estas fechas y por eso en todos los cajones y armarios, y en todos los escondites de mis escasos tesoros, hallarás castañas de incierta edad, porque llevo 70 años eligiendo aquella que mas brilla a pie de campo, la de la suerte. La culpa de esta sana costumbre es de mi abuela…  

—– La castaña y el fuego son los elementos que dan rigidez otoñal a las esotéricas formas de la magia.

Lo mágico es lo  que cuentan los abuelos, inspirados por la llama misteriosa de una lareira. Mi religiosa abuela, Mamá Ramona, me contó “una tradición muy antigua”, que asombraba especialmente a los niños cuando preparaban su inocencia para la primera comunión de la postguerra.

La abuela los obligaba a comer castañas, solo castañas, la noche de difuntos; porque así liberaban a las almas en pena del Purgatorio. Por cada castaña que comía un niño, un pecador abandonaba la antesala del Cielo… Algunas noches, cuando la niebla del Miño ascendía por el empedrado Camino Real, incluso veían como las almas, liberadas de su pena, emprendían la Ruta Xacobea.

La castaña, ese encarnado fruto oculto en los erizos, fue alimento indispensable de la aldea, en el olvidado tiempo en que tuvimos que emigrar.

El castiñeiro es el símbolo del señorío espiritual de Galicia, porque, según Castelao, sus ramas cuentan cuentos al viento.

El souto de castiñeiros es, pues, el paisaje perfecto, al pie del sendero que conduce a nuestro pasado.

Y ya sabes… “por cada castaña que coma un niño la noche de difuntos se libera un alma en pena…”

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