Señora ministra de Política Territorial y Función Pública
Señor ex presidente del Gobierno, señor Rajoy
Señor presidente de la Comunidad Autónoma de Andalucía
Señora presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid
Señor presidente de la Comunidad Autónoma de Castilla León
Señor Pablo Casado, jefe de la oposición
Señor presidente del Parlamento
Señoras y señores miembros de la Mesa del Parlamento
Señor delegado del Gobierno y señor alcalde de Compostela
Señora vicepresidenta de la Mesa del Congreso de los Diputados
Señor General Jefe de la Fuerza Logística de Galicia
Señoras y señores conselleiros del Gobierno de Galicia
Señor González Laxe, ex presidente de la Comunidad Autónoma
Señores presidente y fiscal superior del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia
Señor portavoz del Grupo Parlamentario Popular
Señora portavoz del Grupo Parlamentario del Bloque Nacionalista Galego
Señor portavoz del Grupo Parlamentario del Partido Socialista de Galicia
Señores y señoras ex presidentas del Parlamento de Galicia
Señora y señores presidentes de las entidades y órganos estatutarios
Señor presidente de la Diputación de Ourense
Señores rectores de las universidades de Galicia
Señor presidente de la Fegamp
Señoras y señores
Queridos amigos
Los tiempos difíciles que nos toca vivir reclaman distancia y cercanía. Distancia física entre las personas para combatir la pandemia, y al mismo tempo cercanía entre los ciudadanos y sus instituciones.
Los tiempos difíciles piden que esa cercanía democrática sea más estrecha, más auténtica y más intensa. El pueblo gallego así lo entendió en un proceso electoral celebrado con una explicable inquietud por los efectos de la Covid y sus secuelas sociales y económicas.
A pesar de todo, Galicia creyó que la democracia y el autogobierno son herramientas útiles en medio del malestar; herramientas que hace falta fortalecer con la participación serena en este momento crucial en el que se manifiesta la soberanía popular. Galicia acudió a su cita con Galicia para enviar un mensaje elocuente que se resume en dos principios: moderación y estabilidad. Ambos principios los manifesté en el Debate de Investidura.
No son ideas nuevas, sino que tienen un fondo arraigo en nuestra conciencia colectiva. Ese binomio forma parte de las enseñanzas que recibimos de nuestros mayores, y se acredita con nuestra propia experiencia.
Los gallegos de ayer y los gallegos de hoy aprendemos que la moderación no es debilidad, sino fortaleza, y que la estabilidad no es inmovilismo sino un dinamismo asentado en bases firmes.
Cuando se abandona la moderación y se olvida la estabilidad, las comunidades políticas se debilitan y se acaba perdiendo la sintonía entre las instituciones y la ciudadanía. Los grandes logros se apoyan en esos dos baluartes. Avanzamos con ellos, y cuando las circunstancias son adversas como ocurre en el momento presente, nos servimos de ellos para resistir mejor y erguirnos después con más brío.
Galicia es una fuerza tranquila capaz de definir su propio modelo y marcar su propio camino.
Los gallegos de esta altura del siglo XXI también tienen derecho a preguntar qué puede hacer su país por ellos. Aportan trabajo, aportan esfuerzo, aportan solidaridad y una buena cantidad de valores cívicos que vuelven a brillar en estas circunstancias sombrías. En contrapartida están facultados para pedir de sus instituciones aptitudes y actitudes acordes con el reto del momento. Lejos de ese tipo de identidades que parecen buscar la fricción sin importar la eficacia ni la acción del gobierno, Galicia iza otra muy distinta: una identidad armónica y fraternal, que le pide a sus dirigentes una gobernanza afectiva y efectiva en la que tengan prioridad los problemas prioritarios y se aleje la discordia.
Yo le llamo a eso galleguismo.
Galleguismo social, tejido por los afectos e intereses comunes que unen a los gallegos.
Galleguismo cultural, hecho con maneras de ser, pensar y hablar.
Galleguismo político, que sitúa a Galicia como principio y destino de nuestra acción de gobierno.
Hace muchos siglos el filósofo Platón equiparaba la política con el trabajo del tejedor. Es una hermosa metáfora que practicó a destajo nuestro galleguismo histórico, obsesionado con evitar las discordias y empeñado en encontrar hilos consistentes que nos mantuviesen unidos. Encontramos finalmente ese hilo en la democracia constitucional española y en el autogobierno gallego.
Ambos son navíos que demuestran su valía en todo tipo de mares, con aguas calmas y aguas turbulentas como las que ahora nos rodean. En ellos cabemos todos, y todos podemos participar en su mejora. El sistema parlamentario y autonómico que nos dimos con la Constitución son sinónimos de moderación y de estabilidad y por esa razón los gallegos, mayoritariamente, las han incorporado a su identidad de mujeres y hombres libres. En la España actual son firmes garantes de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad.
Señoras y señores. Como presidente de la Xunta de Galicia y representante ordinario del Estado en la Comunidad Autónoma, no puedo ignorar que la pandemia es una de las peores pruebas a las que se enfrentó nunca nuestro sistema político. Es innegable que se producen desajustes en la articulación de las diferentes administraciones. Algunos de ellos son equiparables a los que padecen otros estados complejos, pero otros derivan de la que, en mi opinión, es una errónea concepción del Estado de las autonomías. En él, la cogobernanza debiera ser algo habitual y espontáneo, y no presentarse como una concesión derivada de una situación excepcional.
España es un Estado compuesto, no un mosaico descompuesto con las piezas esparcidas. La Xunta de Galicia y el Gobierno central son dos componentes del Estado que la Constitución no situó frente a frente, sino al lado de los mismos ciudadanos para trabajar juntos. Es un principio que el Gobierno de Galicia practicó aportando ideas durante la crisis, que después, en algunos casos, fueron aplicadas con carácter general. Un comportamiento acorde con una autonomía colaborativa que no se siente ajena a nada que afecte a la nación común.
Señora Ministra de Política Territorial y Función Pública, quiero aprovechar para agradecer al Gobierno central y a su presidente la felicitación que me han hecho llegar, así como su compromiso de colaboración, que yo les avanzo que es recíproco. La cooperación, que siempre es necesaria, se ha vuelto imprescindible en la actual situación y la Xunta seguirá siendo una administración leal y colaboradora.
Y puestos a agradecer, también quiero hacer un reconocimiento a aquellos que me precedieron en el cargo. Sin duda, sin la labor y la entrega del presidente Albor, del presidente Laxe, del presidente Fraga y del presidente Touriño, no sería hoy lo que la Xunta es.
Mención especial quiero hacer al presidente Fraga, por ser el que más tiempo ocupó la más alta responsabilidad de gobierno que otorga el pueblo gallego.
Agradecer a mi partido político, representado por su presidente nacional y líder de la oposición, el diputado Pablo Casado; al secretario general y a la presidenta y a los presidentes del Partido Popular de Galicia; y también, por supuesto, a los compañeros presidentes del Partido Popular en otras comunidades autónomas como Andalucía, Madrid, Castilla León, Castilla La Mancha, Extremadura, Aragón y La Rioja.
Agradecer a los 42 diputados del Grupo Parlamentario que posibilitan que hoy pueda estar aquí después de ser investido por el presidente del Parlamento con el visto bueno de S.M. El Rey y suscrito por el presidente del Gobierno central.
Permítanme un agradecimiento especial por la presencia en las cuatro investiduras de los secretarios generales de UGT, CC OO y CSIF de la sociedad estatal Correos, que juntos nos comprometimos hace tiempo a demostrar que lo público también puede ser eficiente y el correo público español lo es y, además, es la empresa que vertebra España y lo sabemos bien en Galicia, que es la comunidad autónoma con más carteros rurales.
Agradeciendo a todas las personas que actualmente y en el pasado formaron parte de los gobiernos que presidí durante estos, casi, últimos doce años.
Y permítanme un capítulo especial de agradecimiento político a dos personas: al presidente Rajoy y al ministro Romay, determinantes en mi vocación política y ejemplo de que se puede ser político y caballero.
Señoras y señores. En esta ceremonia tan distinta (como tantas cosas estos meses) en la sede parlamentaria, aspiro a que tome posesión una idea de Galicia. Afectuosa, amplia, fraterna, que quiere extenderse como un abrazo a todos los gallegos y a todas las gallegas. Me considero simplemente un intérprete temporal de valores que nuestro pueblo atesora desde la noche de los tiempos. Los gallegos seguirán escribiendo el guion.
Desde los “verdes castros” antiguos hasta este 5 de septiembre de este año 20 del siglo XXI, Galicia ha sido una síntesis incesante, una suma, una reunión de voluntades y culturas donde la palabra “ajeno” no tiene sitio. Nuestra tierra no es un río que se divide en afluentes, sino un caudal como el del Miño (a su lado nací y viví con mi familia) que se enriquece con afluentes diversos. Esa Galicia no limita con nada porque no tiene límites. Es española y europea y reivindica y ejerce su papel en España y en Europa.
A esta Galicia convertida en una democracia madura no se le puede esconder la verdad. La verdad nos hace libres y forma parte de lo que los gallegos pueden y deben exigir a sus gobernantes.
Desconocemos toda la dimensión de una crisis que modifica nuestro estilo de vida. Solamente podemos hacer previsiones sobre el impacto que puede llegar a tener en los diferentes sectores económicos y el tiempo que necesitaremos para recuperar lo que se pierda. Y a esto, lamentablemente se une la imposibilidad de precisar el día en el que podamos decir que esta pesadilla finalizó. He ahí, en mi opinión, la verdad.
Pero junto a esta verdad, hay otra no menos cierta. Galicia no va a ser gobernada por los acontecimientos, ni será espectadora pasiva. Actuamos, nos preparamos, nos anticipamos, cooperamos y podemos estar seguros de que –como en otros momentos de nuestra historia, también la más reciente- juntos nos volveremos a superar.
Tendemos nuestra mano y sentimos como propio lo que acontece en Castilla y León, en Madrid y en Andalucía. Gracias presidenta Ayuso, presidente Mañueco y presidente Moreno Bonilla por acompañarnos, presididos todos, si me permitís, por el presidente Juan Vicente Herrera, que sigue siendo un referente en la España autonómica.
Hoy representados aquí también Asturias, Cantabria, Castilla La Mancha, País Vasco, Navarra, Aragón, Valencia, las Illes Balears, Islas Canarias, Extremadura, La Rioja, Cataluña y Murcia… es decir, lo que todos somos: España, representada aquí por la Ministra.
Galicia responde ante las adversidades como la gran familia que somos.
Nos esforzamos para proteger a los que más queremos.
Nos apoyamos los unos en los otros para salir adelante.
Y llevamos y llevaremos siempre con nosotros a los que ya no están aquí.
Más pronto que tarde, Galicia –como España, como el mundo- vivirá la normalidad sin adjetivos que todos merecérmelos.
Señoras y señores, tomo hoy posesión como presidente de la Xunta de Galicia para servir a las gallegas y gallegos en esta tarea y objetivo comunes.
Consciente de que este inmenso honor solo es superado por la responsabilidad que implica y con el compromiso de dar de mí todo lo que soy.
Nunca olvidaré de donde vengo, la familia que me crió y la familia ampliada que hoy tengo, para ejercer con la humildad necesaria y para cumplir adecuadamente con mi deber, siempre tendré presente a quién me debo: a Galicia.
No perdamos de vista la realidad a la que aún deberemos enfrentarnos; pero miremos hacia delante con esperanza porque algún día miraremos hacia atrás y todo este dolor y todos estos esfuerzos serán también orgullo por lo que juntos fuimos capaces de hacer y de conseguir.
Señoras y señores, pido permiso y pido perdón por la emoción, pero les puedo asegurar que tomar posesión por cuarta vez es más emocionante que la primera.
Finalizo
“Porque fomos e seremos quen,
Porque Galicia é quen”.
Nada más
Muchas gracias