A mi amigo El Galiguayo, en estos momentos de duda.
Esta vez he mirado los espejos mágicos del gran río que fue de oro desde los balcones del adiós, testigos de tantas despedidas. Afloran en ellos los recuerdos de esa mi gente que ha engrandecido este mi país con su esfuerzo y generosidad.
También me he subido a la cumbre que es mirador de los infinitos azules atlánticos para ver como el astro rey va camino de América, desde donde recorrerá el planeta para dar calor a miles de paisanos que viven en 127 naciones diferentes formando esa patria única, en la que nunca se pone el sol.
Desde mi confinamiento habitual –comienza a serlo tras casi treinta días en casa- quiero rendir homenaje esta vez a cuantos han cruzado los océanos para huir de las miserias de un país que se nos moría de hambre.
En el año 1927 se proyectaba en la capital de las Rías Baixas la película “Pontevedra, cuna de Colón”, cuyo autor era el fotógrafo Enrique Barreiro. Este pionero del cine gallego no es el único que sostuvo la teoría de un Cristobal Colón nacido en el municipio pontevedrés de Poio.
Este es dato difícil de demostrar, pero nadie duda de que, en la aventura del primer viaje a América, participaron excelentes marinos nacidos en esta Tierra y una de aquellas primeras naves se llamaba “La Gallega”. Además,la noticia de la existencia de un Nuevo Mundo nos la trae a nosotros, a Baiona la Real, la carabela La Pinta.
Solo un año después de este hito, una mujer gallega, también de Pontevedra, alcanzó el grado de almirante de la flota española, por sus méritos y por sus renombradas aventuras en el océano Pacífico. Isabel Barreto de Castro (1567-1612) se convirtió entonces en la primera fémina que conseguía tal graduación militar en el mundo.
Aquellos marinos fueron los primeros viajeros de esta Galicia que tuvo vocación emigrante hasta incluso en este tercer milenio.
En la modernidad, un aviador gallego, Ramón Franco, fue el comandante del primer vuelo entre Europa y América.
Cuando el Plus Ultra llegó a Montevideo, en el año 1926, más de cien mil gallegos residían ya en la capital uruguaya y fueron ellos los primeros en rendirle homenaje en el segundo Centro más antiguo del mundo, el de Montevideo, que este año cumple los 137 años de existencia.
Días más tarde, el Plus Ultra llegaba a Buenos Aires: en la ciudad porteña vivían entonces alrededor de 300 mil paisanos; la mayor parte acudió a recibir al hermano de aquel general que una década después daría un golpe del estado, origen de una dictadura que duró 40 años.
Mi recordado suegro, Julio López Miralles, también aviador, había volado mucho con Ramón Franco y él -que sufrió en sus carnes las iras de la maldita dictadura-, siempre decía…
—- Ramón era todo lo contrario que el cabrón de su hermano…
Y terminaba contándote que el accidente en el que murió el primer hombre que cruzó volando el Atlántico había sido un crimen más de aquel maldito caudillo.
Estas son aventuras que abrieron brecha en las comunicaciones por mar y aire. Sin embargo, los pioneros del éxodo lo fueron en su mayor parte por necesidad, que el hambre invadía los outeiros ya a finales del siglo XIX.
Aunque, mediado el siglo XX también se irían los exiliados como consecuencia de aquella guerra incivil. Y hasta pasados los años sesenta, seguirían llegando a Uruguay, Argentina, Brasil, Venezuela, México y a otros países de América, gentes de esta Tierra que buscaban al otro lado del Atlántico una fortuna que aquí resultaba imposible.
Para todos, aquel viaje fue la huida de la miseria y de la tortura… y solo para unos pocos, además, suponía una aventura con la que imitar a Colón, a Isabel Barriento o a los héroes del Plus Ultra.
La semilla gallega en América prendió fuerte. Hasta el punto de que muchos descendientes de aquellos gallegos llegaron a ser grandes líderes políticos e incluso protagonistas del progreso económico y social de América Latina…
A mí me gusta citar –como ejemplo de fusión de lo americano y lo galaico- el caso de Antonio Machín, un cubano universal hijo de un lucense emigrado a La Habana y casado con una negrita. O a los propios hermanos Castro, cuyo padre era de Láncara, Lugo. También a Alfonsíny a De La Rúa, ambos ex presidentes de Argentina con orígenes en las comarcas del Deza y de Arousa.
Mi desmemoria no me permite ahora hablarte de más personajes con orígenes en Galicia, pero son tantos que harían interminable este relato.
A partir de los años sesenta y hasta hace bien poco, los gallegos seguirían haciendo maletas y acrecentando su espíritu emigrante, aunque los destinos eran mucho más cercanos: Alemania, Francia, Inglaterra y especialmente Suiza eran los países preferidos. Se calcula que en la década de los sesenta, medio millón de gallegos se habían integrado ya en esta Europa a la que ahora pertenecemos todos…
Y tampoco quiero olvidarme de esa mínima parte que buscó más suerte en Asia, en el continente australiano e incluso en África. Aún en la lejanía ellos sintieron siempre su galleguidad, impulsada por el libre viento nordés, el que nos trae los días limpios a Galicia y mantiene viva la perfecta comunión del hombre con su Tierra, porque es esta la que modeló la carne que cubre hoy sus huesos.
Pueden ser ricos, solo de los que se defienden o incluso pobres… Todos se sentirán encantados de darte cobijo en su ciudad, como me sucedió a mí. Además, te contarán porqué el retorno es un reto imposible: es que sus hijos ya bailan tango, cantan rancheras o son hinchas de Botafogo… y tienen novia, blanca como nosotros o mulata, hija de esa nueva raza de color café a la que ya pertenecen miles de gallegos y gallegas.
No creas que les resultó todo muy fácil: la vida de muchos pobladores de la Galicia universal está llena de sacrificios, de trabajos duros y de lo que es aún más ingrato… de soledades que han patentado eso que nosotros llamamos “morriña”.
No os olvidéis –sobre todo en estos tiempos de epidemia- que miles de anónimos sienten muy profundamente la Galleguidad de la que presumen. Ya sabes, a pesar de los pesares aún siguen luchando por conservar espíritu y tradiciones en más de trescientos centros gallegos que hay en este planeta.
Tampoco olvidéis nadie, ni los de acá ni los de allá, que los gallegos han contribuido con su esfuerzo a la creación de riqueza en los países a los que han ido. Por eso se han ganado el respeto de todos.
XERARDO RODRÍGUEZ
Nota del editor de RBT ). Artículos tan bellos como este, muchos, suficientes para pasarte días
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