Nos dimos cuenta de la debacle, de la tragedia de tantos miles de familias con la muerte de sus seres queridos; del gran drama en el que, al fin y al cabo, todos los demás estamos inmersos. Nos pusimos a rezar quienes tenemos Fe. Nos dimos todos cuenta por fin de que... la Vida es un bien preciado, pero frágil, tremendamente frágil. Viene por ahí una peste como esta y todo se lo lleva en un abrir y cerrar de ojos.
El sufrimiento, actualmente, tiene términos médicos, sanitarios... tratar de salvar a los más posible. Cuando la pandemia baje a niveles muy controlables, estaremos -Dios lo quiera- inmersos en una vida pseudo-normal, marcada por condicionantes, desarrollada sino bajo mínimos, sí al menos con ausencias de ciertas situaciones y protagonismos a los que antaño estábamos acostumbrados.
Habrá locos que no serán prudentes -y esto es lo malo-, pero la mayor parte de la ciudadanía se lo pensará muy bien antes de hacer esto o aquello, incluso antes de poner los pies en locales o lugares determinados. Nada será igual, casi nada... para no faltar al rigor. Hay un tiempo antes de la peste (estamos hasta las pelotas de llamarle "Covid", "Coronavirus" o la madre/padre que la parió). Y hay otro tiempo, a la salida y después de la peste.
Casi nada será igual en nuestro día a día. Los condicionantes diversos, nuestra propia precaución individual, nos irá marcando hasta dónde podemos llegar, en qué medida esto o aquello podemos hacerlo... Casi nada será igual, cuando salgamos del tiempo específico la peste.
Y andemos con mucho cuidado, siempre, en todo instante. Si podemos evitar que esto rebrote pasado un tiempo, será un gran triunfo, el verdadero triunfo dentro de la enorme derrota que para nuestra Sociedad ha sido esta peste que ha puesto, en pocos meses, patas arriba todo el Mundo.
¡Que Dios ayude a la Humanidad para salir lo mejor posible adelante!. Y que los que sigan ciscándose en Dios, a los que sigan riéndose de los que creemos, pedirles, al menos en este tiempo tan duro, un poco de respeto, un mínimo de consideración. Porque desgraciadamente, también en tiempos tan difíciles como los presentes, se sigue agrediendo a los creyentes.
BERNARDO DE OSÓRIO