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A José Ramón Fuertes (gerente) y a Reinaldo Iglesias (gerente adjunto) se le debe, en mucho, lo que ha sido y por ende es la gran Cooperativa de Armadores del Puerto de Vigo. Fueron un tandem inolvidable, dos profesionales de muy altos vuelos, que heredaron el buen trabajo inicial -que tampoco cabe olvidar- del gran Enrique ("Quicón") López Veiga.
Pero hoy toca hablar de Reinaldo, a quien Dios ha llamado a su seno.
Iglesias Prieto era siempre una sonrisa, una sonrisa tímida, casi un apunte, un esbozo de sonrisa en su rostro, que encajaba con su manera de ser, la de una persona que en nada rehuía a los problemas que sabía tenía que resolver, pero que afrontaba siempre con la mejor disposición. Reinaldo era un gerente no para ir a negociar a Santiago, Madrid o Bruselas, que para eso estaba el gran Fuertes, como antes lo estuvo López Veiga. Reinaldo era el que resolvía todo lo mucho que había que resolver en casa : descargas de pesca en O Berbés, o de congelados en Beiramar, los problemas del gasoil, la prevención laboral, los cursos de formación, los trámites con la Administración, las gestiones en los organismos que fueren... todo lo que era el día a día, importantísimo, lo tenía alfombrado, trillado, preparado siempre a tiempo, este enorme gestor que fue Reinaldo Iglesias Prieto.
Era una excelente persona, que se hacía querer, aunque la relación que tuviésemos fuese profesional; alguna vez, eso sí, cerrábamos la conversación casi diaria hablando de Cangas, de "su" Aldán que el tanto quería.
No recuerdo a nadie -y fueron años- hablando en negativo sobre Reinaldo Iglesias.
Dedicó 38 años de su vida a una Cooperativa de Armadores de Buques de Pesca del Puerto de Vigo que fue de su mano, de la de Fuertes, de la de López Veiga, un ejemplo no ya solo en España, sino en Europa, dentro del sector pesquero. Esa es la estela que deja, profesionalmente hablando.Pero hay otra estela, la que dejan los hombres buenos, las buenas personas de verdad, las que -además- nunca perdieron la compostura, por momentos difíciles que le tocase vivir.
Para quien esto escribe, la muerte de Reinaldo Iglesias Prieto es una muy mala noticia. Pésima. Porque con los años en que lo traté, la relación profesional que tuvimos y el excelente trato que siempre me dio, Reinaldo -aunque hacía muchos años que no nos veíamos- ocupaba lugar en esa imaginaria vitrina en la que cada ser humano, con el paso de los años, sitúa a los amigos y a los referentes, a los que marcaron en su vida -en este caso profesional- un tiempo inolvidable.
Su afabilidad, su modo de ser y estar, su rectitud y honestidad, su sentido de la responsabilidad... todo y más, hicieron que Reinaldo Iglesias fuese un personaje inolvidable para nosotros. Saber ahora de su muerte nos causa impacto, gran impacto. Acabamos de perder otro gran referente, el de quien siempre nos trató con un inmejorable respeto a nuestra labor como periodista y, al tiempo, jamás tuvo reparo alguno para documentarnos ampliamente cada vez que se lo pedíamos, enseñarnos a entender la verdadera -y difícil- realidad del mundo de la Pesca. Para el no había cortapisas, tampoco horas en las que atendernos, hacía de la transparencia un hecho y se ganaba el respeto y la admiración de quienes le tratábamos.
Se nos va otro referente. La vitrina, cada día, está más vacía. Serán las cosas de la edad, sí; pero no deja de ser un hecho triste. Muy triste.
Descansa en paz, amigo Reinaldo Iglesias Prieto. Que Dios te acoja en su seno y te de el lugar que los buenos tanto merecen.