Las nieblas en el tiempo de San Lorenzo...

Xerardo RODRÍGUEZ

LAS NIEBLAS EN EL TIEMPO DE SAN LORENZO

Amaneció de niebla y han vuelto a destrozarme los recuerdos.  Son machacones y te dicen cosas que jamás creías que ibas a escuchar pronunciadas por tu yo. No, no es que aquellos mis actos causaran daño alguno, al contrario, mi conciencia me tiene bien considerado y nunca me remuerde.

Sin embargo, mi cerebro me insulta más veces de las que quisiera…

—- Mira que fuiste tonto, te has pasado la vida haciendo el tonto.

Entonces vas, desde la ventana atraviesas con la mirada el gris brumoso del pasado y te dices a ti mismo…

—- Razón tienes, pero ya sabes que los tontos somos buena gente.

Me consuelo. Me veo como un sentimental al que solo le importan esas pequeñas cosas que lo envuelven en puras evocaciones mientras escribe. Y otra vez veo a mi padre sentado en la terraza de Cudeiro, emocionado, escuchando aquel rollo que su hijo estaba largando por la radio…

Ahora que soy mayor creo que me parezco mucho a él. Pero jamás le superaré, ni como hombre ni como padre.

En esto disipó la niebla y el sol hace que brille la aldea. Hoy te encuentras a gente por todos los caminos de salud que recorremos, todos contentos, como si la sal de la vida los hubiese rejuvenecido. Esta mi gente es la más educada que conocí, que no da un paso sin saludarte afectuosamente…

—- ¡Bós días!

—- ¡Bós días!

—- ¿Qué? ¿Cómo andamos?

—- ¡Ímola virando!

—- Pois alédome.

—- Eu tamén de verte…

Y cada uno sigue su ruta, según sus apetencias y según le permiten sus piernas.

En la ciudad próxima, sin embargo, eres solo un número del padrón de habitantes. Unos y otros pasan sin decirte nada, como si fueras un apestado. Lo peor de mi vida en Madrid era aquel primer momento del día, cuando bajaba en el ascensor del edificio con cuatro personas y todas callaban mirando al suelo o al techo. Solo Akiko, la flor japonesa que vivía en el apartamento de enfrente, ejercía la amabilidad. Lo hacía con una reverencia y tres palabras en su idioma que traducía inmediatamente…

—- Kon’nichiwua soshite shiawaseninarô. (¡Hola y sé feliz!).

Yo le devolvía la reverencia y le contestaba con un piropo…

—-  Utsukushî arigatô. (Gracias, guapa).

Aunque dudo que comprendiera mi japonés de diccionario…