Reflexiones en voz alta para comenzar una semana
Xerardo RODRÍGUEZ
Antes, los periódicos ponían fin a sus ediciones muy de madrugada y los periodistas dormíamos poco por culpa de la desorganización de nuestros hábitos alimentarios. Me acuerdo de mis cenas con los compañeros de aquel “Diario de Pontevedra” de los sesenta, en el Bar O Coxo, de la Lonja de Marín, con tremendas mariscadas y largas charlas de sobremesa en la que nos enterábamos de todo lo que pasaba en el recinto portuario.
A veces nos pasábamos con los chupitos y como militábamos en la rojería hacíamos proselitismo entre os bós e xenerosos mariñeiros más proclives a las tesis comunistas de Ángel Huete, que al franquismo al que olía aquella pareja de la Guardia Civil mal encarada.
Recuerdo un día en el que apareció un tipo semidesnudo subido a una caja de pescado para dirigirse a los allí presentes de esta manera:
—- Compañeiros: estou tan limpo que por non ter non teño roupa. ¿Alguen me daría un peixe que poida cociñar e levarme a boca?
A aquel hombre lo llenaron de rodaballos, de merluzas, de salmonetes, de cigalas… pero los guardias civiles se lo llevaron al cuartelillo por “escándalo público”.
Recuerdo en mis madrugadas de radio a aquellos vigueses de los setenta avisándonos de que sobre el cielo de Cíes se mantenía en vuelo estático un OVNI. Nos lo contaban por teléfono entusiasmados e incluso despertaban el interés de la población durmiente. Los que no tenían ángulo de visión sobre las islas se subían al Castro, el mirador de la ciudad y la ría. Todos veían objetos voladores no identificados en nuestro espacio aéreo y los expertos llegaron a decirnos que “venían porque las antiguas Illas Ficas se asentaban sobre un campo magnético”. Afirmaban que los OVNIS recargaban por allí sus pilas. Incluso un concejal me juró que había visto como una de las naves había salido de debajo del agua…
Ahora resulta que este de los OVNIS es tema prioritario en el Congreso de los Estados Unidos y no hay americano que se precie que no haya visto una nave e incluso hablado con sus tripulantes, por supuesto extraterrestres. Ya veréis como en cuestión de días se publican cientos de libros sobre este fenómeno paranormal.
El distraído tropezó con ella. El violento la utilizó como proyectil. El emprendedor construyó con ella. El campesino, cansado, la utilizó de asiento. Drummond la poetizó. David la utilizó para derrotar a Goliat. Y Michelangelo le sacó la más bella de las esculturas… En todos los casos la diferencia no estuvo en la piedra, sino en el hombre.
En Galicia las piedras coronan los montes de nuestras leyendas, que son mas literarias que los inventos del Espacio. Y si no, ahí está para demostrarlo la Porta do Alén, que nos abre paso al infinito.
—- ¿Tu eres independentista?
La pregunta me la formuló un amigo de nuevo cuño paseando por las orillas del Sar que tanto gustaban a Rosalía de Castro. Enseguida le respondí…
—- Me considero hijo del Mundo. Primero preservo todo lo gallego salvo al Chicle, dicho sea para que se me entienda. Luego todo lo español menos los toros y fiestas similares. También defiendo lo europeo menos a los malos de la película. Asimismo salvaguardo todo lo latinoamericano por afinidades idiomáticas y culturales. Es decir, sí, soy independentista, me gusta todo lo nuestro.
El caso es que mi dubitativo paisano, confundido con el bombardeo informativo que sufre sobre los mal interpretados separatismos, se quedó pasmado con la respuesta…
¡Ah! Me olvidé de decirte que, a pesar de ser un coelerni, si hablamos de fútbol soy del Celta.
Xerardo Rodríguez