Y resulta que ya es 7 de julio... ¡San Fermín!

Xerardo RODRÍGUEZ
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Lo malo de ser viejo es haber llegado a serlo. Me levanté con ese pensamiento a flor de piel recordando que mis padres y mi hermana Betty fallecieron mucho más jóvenes de lo que se merecían, mientras mi abuela pasó con creces la barrera de los noventa.

—- Antes morríase moito antes.

Era la reflexión favorita de mi amigo Manuel que allá va. Creía que, repitiéndola muchas veces, iba a influir en la tardanza de la llegada de la Parca a su espacio vital, amplio y sano.

No hay ley escrita que marque nuestro límite, pero, insisto, lo malo de ser viejo es haber llegado a serlo.

Es que te haces viejo no por edad sino por comportamientos. Yo me hice viejo cuando los saraos profesionales ocuparon el ciento por ciento de mi vida y me olvidé de que mi cuerpo pedía un tiempo de reposo mental para dedicarlo al ejercicio físico. En serio. Como entonces no les hice caso, ahora mis huesos crujen cuando les da la gana y de cuando en vez llegan esos dolores de rodilla, de espalda, de cuello… todos los que provienen de la inactividad física, que arrastra también otros males de esos que mi médica califica como peligrosos.

Acabo de desayunar mi yogur líquido para hacer que baje las primeras cuatro pastillas del día. Luego, siete galletitas y un café con nata. A estas horas, Pablo ha cubierto ya el trayecto de Proupín a Covas ida y vuelta. Yo, con la vagancia metida en el alma y la desgana de ni siquiera caminar lento, me siento una vez más para escribirte. Pablo tiene 87 y yo diez menos. A Pablo no le duele nada, a mí la mitad de mi todo.

Porque… lo malo de ser viejo es haber llegado a serlo. Tú aún estás a tiempo de evitarlo.

¡Ah! Hoy es San Fermín… A mí no me gusta esa salvajada de correr delante de los toros que van a morir en la Plaza, porque los mozos, aún encima, se ríen de ellos.