EL TÍO DE LA HABANA
En la aldea pequeña aún convives con el pasado no tan lejano y a veces se escucha el eco del familiar de los ausentes…
—- Eu teño un tío na Habana. Marchou pra-lá no corenta e tres. Non sei que fai…
A sus noventa recién cumplidos, Herminia ya perdió a su marido y sus dos hijas emigraron hace tiempo huyendo de la incomunicación de su Outeiro. Ahora vive en soledad, entre la belleza que le rodea y el recuerdo de los suyos. Sin embargo, te habla como un libro abierto y te cuenta que esa niebla que nos hace toser en los valles de interior, en los amaneceres del verano, no es buena para nada…
—- Queima a horta. Non deixa nada. ¡Que se vaia!
La pequeña aldea tiene en pie diez casas de piedra, pero cerca hay un castro enterrado por el paso del tiempo. Aquí vivieron cientos de egobarros, una noble tribu galaica que cultivaba algunas tierras de labradío y cuidaba caballos, bueyes, vacas y ovejas. Nadie lo diría viviendo ahora este mundo en calma.
Ya es curioso que haya gente en tierras lejanas enferma de morriña por el paisaje que hoy me envuelve. Si aquí estuvieran y escarbasen en el corazón de Herminia se darían cuenta de aquella realidad…
—- Eu non me fun porque meu home non quixo. Cando morreu, hai oito anos… ¿Onde iba ir unha vella coma mín?
En Galicia hay muchas Herminias y más de ocho mil aldeas a las que, en verano, únicamente visita la niebla.