Mi ya venerable amiga Adelaida estaba sentada otra vez en la parada del autobús al que nunca sube. En la mano derecha el móvil; es de los antiguos como mi Nokia, del noventa y poco. En la otra el bastón, como si sintiera algunos miedos de los que no puede escapar.
—- El móvil es para llamar a mi hija en caso de apuro y el bastón para ahuyentar a los malos.
Adelaida es de película. A la que fuera maestra de Bastavales, donde está la parroquial cuyas campanas escuchaba Rosalía, no se le escapa detalle pese a sus muchísimos años encima de su alma y de su cuerpo.
Le pregunté por ese futuro del que hablan los políticos ahora, en tiempo de elecciones y me dijo…
—- Algunas ya no tenemos ni futuro y tú deberías de empezar a pensar que el futuro en este mundo es una mera entelequia…
Le cuento que Iñaki Gabilondo, anoche sin ir más lejos, confesó a Keké que anduvo buscando el futuro entre los grandes pensadores de este planeta, pero ninguno de ellos le contó donde se escondía. Y claro, Iñaqui no lo encontró.
Entonces Adelaida me expuso su teoría:
—- La gente siempre vuelve al pasado en el presente: a través de los recuerdos, de la moda –ahí está lo vintage-, a través de las artes, de la historia… Pero también realiza viajes al futuro desde este presente: con la imaginación, con los falsos futurólogos, con los cineastas que lo imaginan, con los creadores literarios que lo vislumbran en sus mentes…
—- Es decir, presente, pasado y futuro se enmarcan dentro del mismo círculo y ni Rita sale de él… ¡Nuestra vida es una circunferencia!
—- Exacto. Nadie es capaz de encontrar el futuro por mucho que lo busque…
Tras la reflexión, Adelaida se queda tan tranquila sentada en el banco de la primera parada de su trayecto diario de caminante. Yo decido aprovechar la hora temprana antes de que llegue el calor anunciado y me voy hasta el parque central en donde me encuentro con los dos galgos de Rosa, que me saludan al paso. Su dueña dice que uno es del Betis y otro del Sevilla.