Nuestro querido amigo y formidable comunicador que es Xerardo Rodríguez, nos vuelve a dar otra lección de claridad y contundencia en sus exposiciones, que a diario hace desde la excelente tribuna que es su "Galicia Única" -que siempre recomendamos visitar-.
Y merece la pena reflexionar sobre lo que el bueno de Xerardo expone :
Lo cierto es que llegar a viejo no es alcanzar la meta, como creía yo, cuando maduro pensaba en lo que me iba a deparar el tramo final de la vida. Es alcanzar el deterioro, eso sí. No hay día en el que no te duela algo ni hora en la que no establezcas la comparación de tu cuerpo con alguna máquina que la ves, renqueante, como pidiendo otra en su sitio. Un cuerpo no se puede comprar como un electrodoméstico y los arreglos, cuando las piezas están muy desgastadas, no hay ser humano que las recomponga. Así que no os quejéis de vuestros males ni penséis en la sanación milagrosa, esa nunca llegará. Apande cada uno con lo suyo sin lamentaciones que hieren a los que te rodean. Es así.
¿GALICIA, PAÍS DE VIEJOS?
Me empieza a preocupar que los diarios de información general, los serios, presten tanta atención a las cifras de la senectud, ese período de la vida que, para los encuestadores veinteañeros, comienza a los cuarenta. Así le deben salir las cuentas esas que hablan de que Galicia es el segundo país más envejecido del mundo, después de Mónaco.
Me pregunto de dónde sacará esa gente que nuestra media de edad es de 45’9 años si yo solo veo jóvenes por las calles, cuando paseo Compostela para admirar la piedra mojada… y los reflejos de sus galerías con su mirada perdida en la belleza urbana. Y ya no te digo en mi City, donde da gusto ver como los padres jóvenes pasean a sus vastaguitos por el parque, lleno de alborozo infantil.
Supongo que a esos periódicos de gran tirada les facilitará alguien los datos, como por ejemplo el Registro Civil, pero no me casa a mí la cifra a ojo de buen cubero. No, no me creo ese dato.
De cualquier manera, invitaría a los encuestadores a que añadan este otro: Galicia es el país del mundo en donde hasta los 90 años -por lo menos- se trabaja en las leiras, lo que indica que a esos venerables hombres del campo no se les puede tachar de viejos, como a mí, que estoy peor que la lavadora de Gloria, que ya está pidiendo una nueva.