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CREMACIONES Y FUNERALES) Los obispos pretenden controlar a fondo el asunto

Ya la hemos liado otra vez. Ya ha vuelto a escena esa Iglesia respondona, retrógrada, que en cuanto puede la lía... Luego se quejan de que la gente no va a misa, que se aleja de las prácticas, etc. etc. Esta Navidad que finaliza, supone una vuelta atrás por parte de los Obispos españoles, con respecto al lugar a donde, así creíamos, se había llegado otorgando que los nuevos tiempos y nuevas formas se hacían presentes a la hora de la muerte de un ser querido.

Ya en su día, este personal de obispos, curas y afines, cada vez que se abría un tanatorio y con el tanatorio una capilla donde decir misa en recuerdo del fallecido que allí en el mismo edificio era velado, sufría ataques de acidez de estómago, se les atravesaba el asunto... Acostumbrados a que se llevase al muerto al templo eclesiástico correspondiente, el personal del clero vio en la celebración de misas en las capillas de los funcionales tanatorios, una pérdida -se supone- de ingresos, al no celebrarse luego en muchos casos, o no celebrarse en exclusiva, una misa solemne de esas de 3 curas, organista y demás boato fúnebre, a modo de solemne funeral.

Por tanto, la irrupción en la vida moderna de los tanatorios fue algo que los de la Iglesia católica no digirieron bien, posiblemente por lo en el párrafo anterior apuntado. 

Luego vino lo de las cremaciones o incineraciones, que también se fue extendiendo rápidamente. Al principio, la Iglesia combatía aquello, diciendo que no era lo mismo, que tal y que cual, que el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Pero que eso de transformarlo en cenizas... eso no procedía. 

Como no les hicieron mucho caso, como resultó un éxito la incorporación de los crematorios a los tanatorios como un servicio fúnebre más, capaz de resolver la escasez de espacio en los cementerios, pero también hacer frente a la carestía en que se habían instalado los nichos y sepulturas... como eso avanzaba de modo avasallador, los obispos bajaron la oreja y, aunque a regañadientes, comenzaron a admitir que no pasaba nada porque se llevase a cabo la cremación, que bueno... es el progreso; pero hombre, al menos, traed la urna con las cenizas a la iglesia parroquial que le hacemos allí un funeral como es debido...

Y cuando todo esto parecía que estaba ya calmado, en orden, en harmonía... resulta que con la Navidad encima, sus eminencias le han dado una vuelta a la tortilla y han acabo haciendo un pan como unas hostias, mezclando la polémica eutanasia y su no menos polémica y lamentable Ley con cremaciones y destinos de las cenizas de los fallecidos, al tiempo que vuelven a sugerir con insistencia que mejor sería enterrar al muerto en sepultura y dejarse de enviarle a la incineración del crematorio.

¿Qué sucede entonces?. Mezclando churras con merinas, mezclando la polémica y recién aprobada Ley de Eutanasia con las Cremaciones, la Conferencia Episcopal Española ha protagonizado en esta reciente época de la Navidad otro paso atrás, a través de quien entró, de lleno, en la polémica, el presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe, Enrique Benavent, quien denunció que vivimos “en una cultura en la que no se valora la vida humana, caracterizada por un humanismo que convierte los deseos en derechos, sin límite ético”. Y hasta ahí, más menos, muy bien; incluso cuando el obispo de Tortosa manifestó que “la aprobación de la ley de eutanasia pone en cuestión el valor de la vida humana”, y se vincula con “una secularización en el modo de entender la muerte”.

Pero a monseñor Benavent no se le ocurrió nada mejor que meter todo y todos en el mismo saco, al señalar de seguido que “se han introducido prácticas que son ajenas a la tradición cristiana: la incineración u otras prácticas, que no formaban parte de la tradición cristiana”, lamentó el obispo.
El asunto vino a cuento, en una serie de explicaciones dadas por la Conferencia Episcopal sobre una reciente "instrucción pastoral" llamada "Un Dios de Vivos". Y de hecho, en la instrucción, los obispos admiten la cremación, pero recomiendan “insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”. "Muchas veces, social y culturalmente, se olvida la cuestión de Dios", lamentó Benavente, quien criticó las "maneras insólitas" de conservar las cenizas de los difuntos, que "son difíciles de conciliar con el respeto cristiano al cuerpo del difunto".

"También dentro de la Iglesia ha cambiado el ambiente", denunció el prelado, quien advirtió de una "desconexión entre la fe en Dios y la esperanza en la vida eterna". "Muchos no se preparan para la muerte. Muchos desean una muerte instantánea, sin dolor. Hoy encontramos una forma de predicar, en la que se anula la posibilidad de la condenación, e incluso se afirma que nuestros hermanos difuntos ya han resucitado".

La web especializada "Religión Digital" se ha hecho eco de este espinoso asunto y de esta especie de marcha atrás en el tema de las cremaciones, poniendo de nuevo tantos peros por parte de los Obispos, al referir que así ha surgido y se ofrece esta instrucción que, según Leonardo Lemos, presidente de la Comisión Episcopal para la Liturgia y obispo de Ourense, recuerda que "las exequias no son homenajes al fallecido, no son lugar para un panegírico", y plantea las dudas sobre las cremaciones y el destino de las cenizas. "No se deben echar a la tierra o al río, ni convertirlas en piezas de joyería u otros artículos, para evitar malentendidos. Para nosotros, los columbarios se equiparan a los cementerios. No deben estar dentro del templo".

Según la nota de prensa de la CEE, en la instrucción pastoral los obispos españoles "recuerdan las verdades fundamentales del mensaje cristiano sobre la resurrección y la vida eterna, así como sugerencias para el acompañamiento de las personas que sufren por la muerte de un ser querido".
El documento se divide en cuatro partes y un apéndice. La primera parte analiza “La situación actual y retos pastorales”; la segunda explica “La fe de la Iglesia; la tercera cómo “Acompañar en el momento de la muerte”, la cuarta la importancia de “Celebrar las exequias cristianas” y el apéndice ofrece “Orientaciones sobre los columbarios”.

En el primer apartado, los obispos afirman que en las últimas décadas se ha vivido en nuestra sociedad una profunda transformación en la vivencia de la muerte y en la forma de afrontarla. Subrayan que, ante circunstancias dramáticas como la que estamos viviendo actualmente a causa del COVID-19, “vemos actitudes de generosidad, servicio y solidaridad que muestran lo mejor que hay en el corazón del ser humano, que dignifican a las personas y a la sociedad y que fortalecen la fraternidad. En estos casos, se ofrece ayuda psicológica a las personas para que gestionen sus emociones, pero social y culturalmente se evita la cuestión de Dios·. Sin embargo, aún cuando muchos ponen en paréntesis la fe, en esos momentos dolorosos “solicitan la presencia de la Iglesia y su acompañamiento”.

En una segunda parte, explican que la fe en la resurrección de Cristo, “constituye el fundamento de nuestra esperanza”. Esta fe se expresa en el Credo con dos afirmaciones inseparables, que no se pueden entender la una sin la otra: “Creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna”. Además, añaden que “al confesar nuestra fe en la resurrección de la carne afirmamos que la salvación afecta al ser humano en su totalidad, a «todo el hombre”.
En este sentido, frente al drama de la muerte, “la presencia y la cercanía de la Iglesia junto a las personas que sufren la muerte de un ser querido es un testimonio elocuente de misericordia y de esperanza”.
Por tanto, la misericordia lleva a estar cerca de los que sufren, a compartir su dolor y a no banalizar el acontecimiento de la muerte y el sufrimiento que conlleva. “La fe cristiana consuela y acompaña la pérdida de los seres queridos desde la esperanza que viene del Resucitado”.

"Religión Digital" advierte al hacerse eco de este asunto que este acompañamiento en la muerte es un reto para la Iglesia: “no puede haber auténtico consuelo cristiano si no se anuncia fielmente el contenido de la fe”. Asimismo, indican en la instrucción pastoral, que “la celebración de las exequias y la oración por los difuntos han de manifestar con claridad la fe en la resurrección y la esperanza cristiana en la vida eterna”. En este sentido, los obispos subrayan que los signos y la celebración de las exequias deben manifestar el respeto y la veneración debidos al cuerpo del difunto. Con todo, no hay razones doctrinales para prohibir la cremación. Sin embargo, la Iglesia, aunque permite la cremación, “recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.
También en este documento ofrecen orientaciones para la cremación de los cuerpos cristianos que han fallecido. Sostienen que el centro de las exequias cristianas es “Cristo Resucitado y no la persona del difunto”. “Los pastores –añaden- han de procurar con delicadeza que la celebración no se convierta en un homenaje al difunto. Eso corresponde a otros ámbitos ajenos a la liturgia”. También recuerdan que las exequias son incompletas sin la celebración de la Eucaristía.

En el apéndice del mismo documento-instrucción dan a conocer también las normativas sobre los columbarios, que son “lugares idóneos para depositar las cenizas después de la muerte y de la cremación de los difuntos”. Estas normas provienen tanto de la Instrucción Ad resurgendum cum Christo de la Congregación para la Doctrina de la Fe como de la Junta de Asuntos Jurídicos de la CEE.





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