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"Cierre de fronteras: el Gobierno luso dinamita simbólicamente la Presidencia europea y la Cumbre Ibérica"

Sigue creciendo el clamor ante la absurda medida tomada por el Gobierno portugués y secundada por el español, de cerrar las fronteras terrestres entre ambos países. Con la pandemia extendida tanto en Portugal como en España y con los portugueses en pleno confinamiento y los españoles en semi-confinamiento, la medida del cierre de fronteras parece más un querer hacer ver que se hace algo... cuando en realidad no pasa de una maniobra de distracción de la ciudadanía y un tocar las narices a los trabajadores transfronterizos sin ir más lejos.

Pablo González Velasco, el director de la acreditada publicación electrónica "El Trapezio", organo vocacionado hacia las relaciones ibéricas y que tantas muestras de apoyo a las mismas lleva dado, publicaba hace unas horas un artículo interesante. Por la trascendencia del mismo y del asunto que nos ocupa, con la debida venia, lo reproducimos a continuación.


Cierre de fronteras: el Gobierno luso dinamita simbólicamente la Presidencia europea y la Cumbre Ibérica

El 1 de enero Portugal asumió la Presidencia del Consejo de la Unión Europea y el 31 enero es el único país de la UE en restablecer las fronteras terrestres con España y el resto del continente europeo. A esta situación contradictoria, se le suma una protesta del Ministerio de Exteriores de Portugal ante el Gobierno alemán por impedir -a los ciudadanos portugueses- entrar en Alemania cuando ya Portugal había anunciado un autocierre preventivo de fronteras.

Independientemente de la mejora de la gestión sanitaria en los aeropuertos, la iniciativa del Gobierno de Portugal, presionado por diferentes grupos y no prevista por los especialistas en asuntos fronterizos a pesar de los rumores, tiene más de mensaje mediático que de efectos sanitarios reales. Fernando Nogueira, director de la Eurociudad Rio Minho (AECT), ha denunciado que no se va a minimizar la epidemia «potenciando el efecto embudo» que implica la limitación de los pasos fronterizos, además del formento del desgaste psicológico de miles de trabajadores transfronterizos que tienen que hacer grandes desplazamientos por las nuevas rutas de acceso al país vecino.

De forma desesperada, el Gobierno portugués establece este cierre (negociado con España), lanzando un mensaje efectista de tranquilidad para sus ciudadanos y terceros países (entre los que no se incluye España porque el Gobierno de Pedro Sánchez no había demandado este cierre). El Gobierno portugués no ha calculado que ese mensaje también conlleva un simbolismo antieuropeo y antibérico, y una falta de respeto a los ciudadanos de la Raya, que merecerían un trato específico (como ha sido reivindicado por las Eurociudades y el Foro Cívico Ibérico), después de lo que fue escenificado en Badajoz, con la reapertura de las fronteras con los jefes de Estado, y la Estrategia pactada -en clave de cogobernanza ibérica y desarrollo transfronterizo- en la Cumbre Ibérica de Guarda.

Definitivamente los Gobiernos Lisboa y Madrid no han aprendido nada de la experiencia del cierre de fronteras anterior. Aunque hayan dado de propina el establecimiento de más pasos (con restricción horaria) que el anterior cierre, siguen ignorando la realidad de la frontera. Sí, se trata de un cierre de fronteras; no tiene sentido perdernos en eufemismos. Y recordemos que, con los cierres autonómicos perimetrales y las restricciones a la movilidad, ya de facto el flujo terrestre entre España y Portugal estaba reducido al mínimo, conviviendo con algunos elementos de arbitrariedad y confusión pero al menos había posibilidad de movilidad para las compras transfronterizas de la población rayana. Se hace más urgente aún la existencia de una tarjeta ciudadana transfronteriza para residentes rayanos. Si la crisis en la Raya fue doble en el primer cierre, ahora será cuádruple, que lo sepan los Gobiernos para futuras compensaciones e inversiones.

Desde EL TRAPEZIO ya comentamos en mayo, a raíz de unas declaraciones de Teresa Ribera, las razones por las que el milagro portugués no era un milagro, sino que el Gobierno luso y su población dispuso de tiempo suficiente para reaccionar una vez que la información disponible en España era inapelable. El milagro que Portugal aplicó fue aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.

El Portugal milagroso era simplemente un Portugal vulnerable por su baja inmunización “de rebaño”. Sus tradicionales conexiones aéreas con Reino Unido (especialmente) y Brasil, han sido la puerta de entrada de las últimas variantes que han campado a sus anchas durante la relajación de las navidades y fruto una autoconfianza por el buen desempeño inicial durante la pandemia. Resultado de ello, Portugal ha llegado a una situación crítica donde, en cifras de muertos, proporcionalmente, está en una situación peor que en el peor momento de España. No obstante, ahora se dispone de más recursos y más conocimiento que entonces.

Portugal se está resistiendo a pedir ayuda a terceros países, imagino que para no parecer un Estado fallido. Los portugueses harían mal en interpretarlo en esos términos. La ayuda es similar a lo que ocurrió en la crisis de los incendios, y la asistencia mutua debe ser un principio entre países aliados y hermanos. Quizá porque en la primera ola Portugal no ofreció ayuda a España, ahora permanezcan en silencio. Espero que no sea una cuestión de orgullo nacionalista. Extremadura ya ha ofrecido ayuda y hay iniciativas particulares presionando al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid para que tenga un gesto con Portugal. Igualmente se están produciendo conversaciones diplomáticas.

El Gobierno portugués está viviendo una tempestad perfecta, donde existen críticas legítimas (como las que aquí he presentado) y otras derivadas del oportunismo del desbordamiento de la situación, algo que nos suena familiar a la pasada primavera en España. La oposición del PSD está subiendo el tono progresivamente. Primero fue con González Pons, en nombre del Grupo del Partido Popular Europeo al que pertenece el PSD, denunciando que el Gobierno portugués había hinchado un curriculum de un candidato a fiscal europeo, en un tono arrogante y desproporcionado; un atentado a la necesaria alianza ibérica en la Unión Europea, independientemente del fondo de la cuestión que puede ser criticada, pero en sus justos y amistosos términos.

Espero y deseo que dentro de dos semanas haya una rectificación por parte del Gobierno portugués y recupere la senda de liderazgo europeo e ibérico, sin sacrificar a los ciudadanos de la Raya y a los acuerdos de la Cumbre Ibérica.

Pablo González Velasco




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