Bien... visto el va y viene en el que andamos con la peste de la Covid-19, independientemente de la ciudad, villa o territorio que sea... uno tiene la esperanza de que todos aprendamos la lección, nos disciplinemos a conciencia de una vez y por todas y, desde esa auto-disciplina más rígida, podamos alcanzar niveles de riesgo menores y por ende ir descendiendo en casos, brotes, contagios y demás familia. Pero están mal las cosas, no mejoran realmente, no hay duda. Coger los periódicos, escuchar las radios, las teles... es ir de sobresalto en sobresalto, adornado de esas noticias de estúpidos que siguen tentando al diablo, inmersos en fiestas, francachelas, celebraciones... ¿Pero es que no se han dado cuenta de que no hay nada que celebrar tal y como están las cosas?.
En algunos lugares y por algunos personajes ya se ha hablado de que la Navidad puede ser muy triste, de banquete a solas, con los convivientes en la misma casa y en paz. Si así al final eso resulta necesario y conveniente, será porque lo hemos buscado a pulso... No todos, obviamente. Pero sí al menos los suficientes para provocar en buena medida este estado de cosas en el que andamos inmersos ya meses y meses y sin perspectivas de que esto realmente amaine.
Hay necios que se consuelan con los cuentos de que mueren menos, que ataca el virus con algo menos de fuerza que en primavera... Hay demasiados ignorantes en esta Sociedad, donde se lee cada vez menos y se esfuerzan más bien pocos por leer y estar al día. Y no estando al día, no nos enteramos de qué va la fiesta... Y la fiesta, realmente, sigue amargada -y mucho- por la amenaza de una pandemia que no cesa. La fiesta de un día a día que se ha transformado en un sin vivir, en mayor o menor medida, pero un sin vivir al fin y a la postre.
Escenarios de este tipo ha habido, por desgracia, muchos en este reciente verano. Polvos traen luego lodos... |