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Rostros en "los tiempos del cólera" : el funerario y el quiosquero

El legendario periodista, maestro del buen decir y mejor escribir, Luis del Val, ha recordado en este tiempo tan difícil, a través de un emotivo artículo, a los quiosqueros, a los que aún quedan, a pesar de los pesares. Más abajo, les diré a ustedes cuáles han sido sus palabras al respecto de los vendedores de Prensa.
Rostro humano en el último momento : el funerario
Yo quisiera, en esta hora difícil, tener una palabra de aliento, de comprensión y ánimo, hacia un sector del que nadie se acuerda : los profesionales funerarios. No los dueños de las empresas, sino los trabajadores de las funerarias, los que tienen que enfrentar y afrontar, en estos días y los que vendrán, situaciones que no dejar de ser de riesgo, por un lado, y de rostros de familiares destrozados por el llanto, por la rebelión ante las consecuencias de esta peste que, sigue sin saberse de donde partió, pero que se está llevando por delante a una riada de gente.
No; aunque sean situaciones parecidas, no es igual para un profesional funerario retirar de un hospital, de un hogar de la tercera edad, de donde sea... el cadáver de un muerto por esta pandemia del coronavirus, que el cadáver de un señor fallecido por lo que llamaríamos muerte natural. No es igual. No.
El profesional funerario -un simple trabajador al fin y al cabo- va a colocar al fallecido por coronavirus en el ataúd y -seguro- lo primero que pensará es que aquello que está enferetrando podía haber sido su padre, su madre, su hermana, su hermano... La lotería de esta peste, su fácil y rápido contagio, lleva al temor, al miedo,  al pánico en algunos casos; en todo caso, elimina cualquier situación de insensibilidad en un ser humano.
Y no lo duden, el chófer del coche-fúnebre, los ayudantes que manejan el féretro y en el introducen el enésimo asesinado por el coronavirus, el que introduce el ataúd luego en el crematorio... todos ellos, los profesionales funerarios, son seres humanos. No lo duden ni un instante. Para ellos es también un durísimo trance, tras el extraordinario esfuerzo hasta el límite de los profesionales sanitarios que a aquella persona no pudieron salvarle la vida.
En este tiempo tan duro, en esta maldición que a todos nos ha caído encima, no ser sensibles, no tener conmiseración... es algo que no entra en cabeza decente.  Y no les quepa la menor duda que hay muchas gentes, unas como es el caso que nos ocupa, que por su delicado papel esta guerra, merecen un reconocimiento aparte.
Por eso quise, desde esta humilde tribuna, no olvidarme de los funerarios (de los empleados de las empresas funerarias, claro está). - E. EIROA


El quiosquero
Abre todos los días de la semana, incluidos los domingos y festivos, excepto en tres fechas: el 25 de diciembre, el uno de enero, y el sábado santo, sea cualquiera la fecha en la que caiga.
Fue un negocio modesto, pero rentable, hasta que, de una aparente exclusividad, se pasó a una competencia extraña, y los periódicos comenzaron a venderse en drugstores, gasolineras, y tiendas de 24 horas. El quiosquero no puede vender gasolina, café con leche, ni tabletas de chocolate o botellas de ron, y debe limitarse a unos periódicos cuyos clientes son un sector de población cada vez más reducido y de mayor edad.
Cuando imparto alguna charla por las Facultades de Ciencias de la Información, y pasamos al coloquio, suelo preguntar al alumnado quién ha leído algún periódico del día en el que nos encontramos. Y la pavorosa respuesta es el silencio.
Y, sin embargo, la prensa diaria mantiene con sus titulares un ganado prestigio, y con sus firmas de colaboradores el cumplimiento de una tradición más cultural que periodística.
Algunos quiosqueros, desalentados, han cerrado. Otros permanecen, aunque la mayoría suele cerrar pocos minutos después de las dos de la tarde.
En esta etapa, que podríamos denominar "la Prensa en los tiempos del cólera", el quiosquero -junto con el personal sanitario, transportistas y un largo etcétera- está ahí, cumpliendo su deber, que no es el de mero fenicio del papel, sino el transmisor necesario para que los periódicos y revistas lleguen al lector. Porque la difusión de estas publicaciones está intrínsecamente unida a la libertad, y el día que el quiosquero no abra será porque se ha cerrado una importante porción de la libertad.
Cada mañana, muy temprano, aunque ahora menudeen los automovilistas que paran brevemente -y los compradores de a pie todavía hayan menguado más- ahí está el quiosco abierto, con ese hombre, con esa mujer que se arriesga como todos los que salen a la calle, cumpliendo un rito tan antiguo como necesario. Sólo quería decir una palabra: gracias por estar ahí. - LUIS DEL VAL


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