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Texto del trascendente discurso de Núñez Feijóo en el inicio del curso universitario

INTERVENCIÓN DO PRESIDENTE DA XUNTA NA INAUGURACIÓN DO CURSO UNIVERSITARIO 

A Coruña, 30 de septiembre de 2019 

Majestades, 
Autoridades presentes, 
Comunidad universitaria, 
Señoras y señores: 

Estamos a las puertas de una nueva década. Estamos en la universidad que es un faro para contemplar ese horizonte inmediato. 
El lema de la sede universitaria donde nos encontramos hace mención precisamente a la luz que sirve de referencia, marca la ruta y disipa la oscuridad. 
Así como los navegantes han tenido desde hace siglos la iluminación de la cercana Torre de Hércules, así también la Universidad en su conjunto tiene una misión de guía e inspiración que en estos tiempos resulta especialmente necesaria. 
Ante el nuevo decenio que se aproxima caben dos actitudes antagónicas que se corresponden con dos filosofías políticas, sociales y económicas dispares. Una se resume en la pregunta de “qué va a suceder”, o dicho de otra forma qué nos depara un destino que no podríamos gobernar ni muchos menos alterar. 
Semejante postura comporta actitudes rayanas en lo apocalíptico porque en ese futuro en el que sólo seríamos sujetos pasivos, no suele haber elementos tranquilizadores. 
Pero ese interrogante que presenta el futuro como si fuera una circunstancia climatológica inexorable, tiene su contrapunto en una pregunta muy diferente. La cuestión no es “qué va a suceder”, sino “qué vamos a hacer”. 
La respuesta está en la sociedad, en las instituciones, pero muy especialmente la respuesta debe estar aquí en la Universidad. Es aquí donde el futuro se anticipa, se moldea y deja de ser amenaza para convertirse en oportunidad. 
No sólo porque es en las aulas y centros de estudio donde adquieren conocimientos los profesionales del mañana, sino además porque en la comunidad universitaria bullen el conocimiento, el debate y la reflexión. 
La Universidad casi siempre ha sido como el explorador y descubridor incansable de territorios que parecían vedados por la ignorancia, el oscurantismo y la superstición. 

Han transcurrido más de 500 años desde que Lope Gómez de Marzoa fundara una de las universidades más antiguas del mundo, la de Santiago de Compostela, y desde entonces esa facultad anticipatoria permanece. 
Por eso es éste un lugar idóneo para reflexionar sobre la década que se avecina, en especial sobre dos aspectos que inquietan a los que compartimos ideales democráticos: la fragmentación social y la consideración de la verdad como algo molesto o en todo caso prescindible. 
La raíz etimológica de “universidad” nos remite a la idea de comunidad. “Ayuntamiento”, la denomina en sus Partidas Alfonso X el Sabio, el mismo que tenía el gallego como idioma de cultura. 
La universidad tiende al objetivo de una mente colectiva capaz de enfrentarse a los retos del conocimiento y su transmisión. 
Podemos encontrar un impulso parecido en la democracia, en el desarrollo de grandes naciones como España, en el nacimiento de estructuras como la Unión Europea, o en la génesis de los organismos de cooperación internacional. 
Sin embargo, existen en la actualidad diversos factores que cuestionan el deseo de encontrar lo “común” que une a las personas y los pueblos, para sustituirlo por la búsqueda de elementos de división y fraccionamiento. 
He ahí una disyuntiva que sin duda estará presente en la próxima década y que otorga un papel muy relevante a la Universidad como nexo de unión o como “Parlamento” del conocimiento. 
Utilizo la analogía entre Universidad y Parlamento porque ambos expresan el deseo tan humano de cooperar para abrir nuevos caminos en el entendimiento. No es casual que ambos sean destino predilecto de las críticas de los que abogan por enrarecer la convivencia entre pueblos y personas. 
Otro reto presente en nuestros días y que acaso se agudizará en el decenio que nos aguarda, afecta a la verdad. Si en épocas pasadas el enemigo de la libertad fue la verdad entendida como algo único, inmutable y dictado, en los tiempos que nos toca vivir el peligro procede de quienes la dan por muerta. 
Vemos en la Universidad una vanguardia decisiva en la defensa del principio de que no hay una verdad única como antes, ni tampoco una post verdad como algunos quieren establecer ahora, sino verdades que evolucionan, dialogan entre sí y ofrecen respuestas estables a la convivencia y el conocimiento. Sin verdades compartidas ese conocimiento se hace difícil, y la propia democracia se torna más frágil y queda a merced de sus adversarios. 

Majestad, señoras y señores. Nos gustaría que la próxima década pudiese ser para el mundo una “década de las Luces” y en ese propósito la Universidad tiene un papel protagonista, como así ha sido en los momentos de nuestra historia que se iluminaron con la libertad y el progreso. 
Los gallegos lo sabemos especialmente dado que nuestras libertades siempre han tenido cobijo en nuestra Universidad, cuando fuera de sus muros reinaba lo que Celso Emilio Ferreiro describió como “longa noite de pedra”. 
La Universidad ha sido y es una parte fundamental de Galicia. Lo es porque refleja esa ansia de unirse que es propia de nuestra gente. 
En fechas recientes, durante un viaje a la República Argentina, recordaba cómo bautizaba nuestra emigración a sus entidades cívicas. Términos como “agrupación”, “hermandad”, “reunión” o “comunidad” son frecuentes y dan fe de la culminación de un largo camino que se inicia en los castros aislados y tiene su meta en esta Galicia familiar, española y europea. 
Por eso Galicia ha hecho de la Universidad, durante estos años de democracia y autogobierno, una de las joyas más preciadas, y en correspondencia nuestras tres universidades han sido un ejemplo de cooperación institucional, de adaptación y de servicio a la comunidad. 
Galicia ha sabido crear un sistema universitario compuesto por tres universidades que cada vez actúan con mayor armonía, lo cual guarda relación con los que antes decíamos sobre la lucha contra la fragmentación. 
La diversidad no fragmenta. La defensa de identidades incluyentes no lleva al aislamiento o la desconfianza, como lo demuestran las universidades y la propia comunidad gallega en su relación con los demás pueblos de España y de Europa. Son las nuestras, universidades que suman. Es Galicia, un pueblo que crece sumando voluntades. 

Hay también en esa simbiosis de Galicia con su Universidad un factor europeísta que debo reseñar en un acto como éste. Junto al Camino de Santiago, existe otro casi igual de antiguo, intelectual y no orográfico, trazado por las relaciones entre universitarios y universidades europeas. 
Así por ejemplo, en la relación epistolar que mantienen nuestro Alonso de Fonseca y Erasmo de Rotterdam hay un germen de lo europeo que se combina con el trasiego de peregrinos que van hacia Compostela. La Galicia europea surge de ambos caminos, que se
perpetúan en estas alturas del sigo XXI y tendrán un nuevo punto culminante en el Año Santo de 2021, dentro de esa década ya inminente. 

Majestad, señoras y señores. Hace mucho tiempo, con ocasión de la inauguración del curso universitario en Salamanca, Miguel de Unamuno dirigió a quienes le increpaban unas palabras que no han perdido vigencia para diferenciar la democracia de las variadas formas de autoritarismo. 
“Venceréis pero no convenceréis”, dijo el escritor. En la democracia se vence en las elecciones pero lo esencial es convencer mediante la razón, esa herramienta universitaria por antonomasia. 
Os españois levamos varias décadas practicando esa “democracia do convencemento” na que as derrotas e vitorias políticas son sempre reversibles e provisionais. 
Ben podemos afirmar que o espírito universitario baseado en convencer, se traslada ao conxunto da nación para construír entre todos unha democracia que, sen falsas modestias, compre cualificar de modélica e na que a Coroa ten unha función de síntese. 
Síntese entre épocas, entre maneiras de pensar, entre territorios e culturas. A Monarquía parlamentaria representada onte por Don Juan Carlos I e hoxe por don Felipe VI, únenos en torno a verdades compartidas. 
Da súa man, e contando coa Universidade convertida en faro, a nova década, a década do noso xacobeo, a “década das Luces” se divisa chea de esperanzas. 

Moitas grazas. 










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