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En esta hora difícil : reivindicación de la Semana Santa de Cangas do Morrazo

Este año no habrá Semana Santa en Cangas do Morrazo.
Este año no saldrán a la calle los tradicionales desfiles procesionales.
No podremos volver a ver en la calle, en cada fecha los suyos, ni al Cristo del Consuelo, ni al Cristo de la Pila llevado a hombros por los voluntarios de Protección Civil, ni a la Virgen de los Dolores, ni a la Virgen de la Soledad, ni al moderno Cristo Resucitado, ni el paso de la Santa Cena... ni tampoco al entrañable "Francisquiño da ferramenta".
Este año no habrá churros en la Plaza en el amanecer del Viernes Santo, ni roscones y chocolate a la vuelta de la procesión de San Pedro. Este año no desfilarán los romanos, ni la banda de cornetas y tambores que ensayaba en las semanas previas en "el colegio de las monjas".
Este año, peste maldita, las gentes de Cangas, las gentes de O Morrazo, no pueden ir en Semana Santa tras su Cristo del Consuelo porque el coronavirus así lo impone.
Pero en los corazones, en las mentes de los cangueses de pro, van a estar todas y cada una de esas muchas figuras entrañables que componen cada año su Semana Santa. Unas más bonitas, otras no tanto; pero todas muy queridas, todas insertas en el alma de miles de cangueses que heredaron de padres a hijos, desde siglos ya, su compromiso con la fe popular, con una Semana Santa que, cada año, convierte a Cangas do Morrazo en referencia España adelante.

Pero este año, de repente, todo se vino abajo. Como se están viniendo abajo muchas vidas. Unos por la propia enfermedad en si, que en muchos casos lleva a la muerte; otros porque la grave enfermedad económica que acarrea esta peste del coronavirus, tendrá consecuencias -en no pocos casos dramáticas- en su día a día posterior a este tiempo de zozobra.
Este año, todo se vino abajo. A la aflicción, al estado de abatimiento general que las diferentes poblaciones viven, se une, en casos como el de Cangas, la profunda tristeza, el dolor profundo -¿por qué no decirlo así?- de la imposibilidad de llevar a las calles, esa anual manifestación de fe popular, esa exteriorización del compromiso heredado, que nunca dejó de ser la Semana Santa; la Semana Santa de Cangas.

Cientos y cientos de personas se implican cada año en primera fila, muy directamente, en la Semana Santa de Cangas. Un trabajo de meses y meses que solo culmina cuando llega la Primavera y se conmemora la Pasión y Muerte de Jesús. Este año habían trabajado como siempre, meses y meses de preparación; tantas y tantas ilusiones dispuestas, ahora tantas y tantas ilusiones enterradas. No podrá ser. Este año, esa entrañable, tan querida y valiosa Semana Santa de Cangas, no tendrá lugar.
Pero cuando llegue cada día de esa Semana Santa, a la hora prevista para cada desfile procesional, todos y cada uno de los miles que nos sentimos partícipes de esta gran manifestación de fe popular que la Semana Santa de Cangas representa a lo largo de los tiempos, seguro que tendremos en el pensamiento a esas imágenes tan queridas, a lo que representan, rezaremos un padrenuestro y pediremos a Dios que esta maldición que ha caído al Mundo se acabe, se reconduzca definitivamente y acabe.

Iremos así, también, en nuestro recuerdo y pensamiento, al reencuentro con la propia historia de Cangas, en el recuerdo de la invasión turco-berberisca de 1617, cuando aquella tremenda desgracia se perpetró : "Hubo más de cien muertos durante el saqueo e innumerables heridos, muchos de ellos quedaron mutilados luego. Se sucedieron las violaciones. Y doscientos vecinos fueron hechos prisioneros y embarcados para ser vendidos como esclavos. En la iglesia mayor de Cangas, los turcos robaron lo habido y por haber y quemaron los retablos y las imágenes religiosas; solo una quedó indemne, la imagen del Cristo que no quiso arder... Más de 150 casas fueron luego incendiadas y el saqueo se extendió en los días sucesivos por todos los rincones de O Morrazo...".

Aquel Cristo que no quiso arder, el Cristo del Consuelo para los cangueses, ha sido siempre desde entonces pilar fundamental de una fe popular incombustible, transmitida de padres a hijos por generaciones en Cangas. Por eso la Semana Santa canguesa, la propia devoción inquebrantable hacia el Cristo del Consuelo, no deja de ser una derivada en el tiempo después de la invasión turco-berberisca de 1617, sobrepasando el hecho en si religioso, entrelazándose en la propia historia de Cangas, tan enraizada en la devoción profunda hacia el Cristo que no quiso arder y en la posterior secular tradición de las procesiones. Algo que convierte a Cangas en uno de los grandes lugares de Galicia, cuando cada Semana Santa llega.

Año de 2020. Quedan atrás siglos de devoción canguesa al Santísimo Cristo del Consuelo, a la Semana Santa.
Generaciones de cangueses se suceden en torno a la figura de Nuestro Señor. El siempre permanece. Nosotros, en lo terrenal, vamos pasando, vamos extinguiéndonos. Sin embargo, a medida que los años se hacen en nosotros presentes, mayor es nuestra devoción; sin duda porque desde nuestra 
condición de creyentes, vemos en Jesús, en nuestro Cristo del Consuelo, la esperanza de la Vida Eterna.

"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, viviráy todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás". La tan conocida frase encierra, en nuestra condición de cristianos, el verdadero auxilio espiritual, el verdadero apoyo en nuestro caminar en este Mundo, de modo que
la adversidad, la enfermedad, el propio paso de los años, puedan ser sobrellevados desde un espíritu de cristiana resignación, alimentado desde la fundada esperanza de la vida eterna para nuestras almas.

Nos acercamos a una Semana Santa que no podremos vivir como otras veces, como cangueses herederos de la tradición y la devoción de nuestros antepasados, en la gran cita anual con todas las figuras y advocaciones de la Virgen, alrededor del Santísimo Cristo del Consuelo. El que siempre nos ha acompañado en los momentos difíciles de nuestras vidas. La puerta a la que hemos llamado en momentos de desesperación y apuro; de abatimiento y dolor. La puerta que siempre se nos ha abierto, para confortar nuestra alma, para decirnos que, en la esperanza de la Vida Eterna, está el fundamento de los momentos difíciles que en la terrenal nos toca -antes o después- sufrir.

Este tiempo de zozobra, de obligado recogimiento en nuestras casas al que nos obliga el maldito coronavirus, nos lleva a meditar, a repasar, a examinar nuestros caminos...haciendo balance de nuestras vidas, examinando nuestras conciencias y pidiendo, siempre pidiendo, amparo y auxilio para el proceloso camino que nos toca recorrer. (¡Ay de aquel que crea que la Vida, en un imaginario golpe de fortuna, será siempre un camino de rosas...!).
Llegamos así con con la imaginación, con el pensamiento, desde la distancia, ante la entrañable figura del Cristo del Consuelo, adornada en su impresionante sobriedad de cada Semana Santa en la ex Colegiata, para acompañarle en su grandeza, permanente a lo largo de sus siglos de historia; historia de veneración, de inquebrantable adhesión de tantas generaciones de cangueses, que nos lleva a encontrarnos, a través de este gran fenómeno religioso, con la propia historia de la muy leal villa de Cangas.

Como es sabido, con el paso de los tiempos, con notable acierto por parte de quienes así lo han querido, las figuras de los Cristos procesionales de Cangas (el Cristo del Consuelo actual y la no menos entrañable figura del Cristo de la Pila, últimamente también el nuevo Cristo resucitado) han cobrado en Semana Santa una importancia capital en los desfiles procesionales del tiempo primaveral. 
Vivimos así, cercanos a sus figuras en grupos escultóricos, dos tiempos bien diferenciados en Semana Santa : el de pasión, el de dolor de jueves y viernes santos y al tiempo el de alegría posterior por la Resurrección.
Y vivimos aún, como cada final de agosto, el día grande de Cangas. El día en que la figura de Nuestro Señor Santísimo Cristo del Consuelo ya nos desborda en entusiasmo, en alegría festiva de jornada patronal, de domingo de sensaciones y recuerdos familiares, de reencuentro entre las familias canguesas, de ese abrazo compartido con quienes vuelven en el gran domingo anual a la tierra de O Morrazo después de un tiempo fuera de ella.

Esta reivindicación de la Semana Santa de Cangas do Morrazo, este recuerdo emocionado hacia las cofradías y hermandades, hacia quienes este año pasarán por un momento tan duro y especial como inesperado en sus vidas, tiene también -ineludiblemente- un tanto de oración en el empeño. 
Más aún en este tiempo de dolor, de temores, de profundas tristezas diarias, en los efectos de la temible pandemia.
Es así cómo postrados ante la imagen del Cristo de Cangas (como por la provincia adelante se le conoce), bien podemos encomendar, con nuestras oraciones, las almas de quienes esta enorme desgracia del coronavirus se ha llevado por delante. Para esto también nos puede servir este tiempo de confinamiento que viviremos en esta Semana Santa inmediata. 
Y para recordar a quienes, también devotos del Cristo del Consuelo, ya no pueden estar aquí físicamente. Sencillamente porque han dejado de existir en ese Cangas que tanto amaron.
Ellos y ellas, los cangueses que se han ido, son los que echamos en falta en nuestro alrededor familiar, los que seguramente están en el Cielo cantando alabanzas de gloria al Buen Jesús. Son los que, en su recta final, en los angustiosos momentos del naufragio de sus vidas, cuando las inmensas olas de la enfermedad final se apoderaron de sus cuerpos, hallaron de frente al Santísimo Cristo de Cangas permitiéndoles que sus almas se asieran al madero salvador de la Cruz. La Cruz de Cristo que -además- habrá dado después consuelo indispensable a los familiares y amigos de quienes, inevitablemente, ya se nos han ido.

A vosotros, cangueses que fuisteis aquí y que ahora lo sois para siempre en la Eternidad; a vosotros, cangueses que habéis podido llegar a Cristo, por la fe que tenéis en su venerada imagen del Consuelo, me dirijo en especial en este tiempo tan difícil, en mi recuerdo de la Semana Santa y en mi súplica : no dejéis de rezar y pedir por todos los que se han ido, por todos los que sufren y por los que aquí quedamos en torno a la imagen de nuestro Santísimo Cristo del Consuelo.

EUGENIO EIROA FRANCO

Periodista.

P.S./ Primero se fueron mis abuelos. Después, mi tío Paco que tanta devoción tenía al Cristo del Consuelo. Lamentablemente también, en estos recientes años se han ido mis padres. De todos ellos aprendí a respetar y a querer algo tan nuestro, tan singular, tan especial. 
Ser de Cangas será siempre un gran orgullo. Ser devoto del Santísimo Cristo del Consuelo y de la Santísima Virgen de los Dolores, es mucho más que un gran orgullo; algo difícilmente explicable con palabras : la mejor herencia que me han dejado mis antepasados : ¡que Dios los tenga en su seno!. Y que Dios bendiga a todos los que aquí seguimos, un año más, congregados en torno a esa venerada figura del gran patrono de Cangas y al resto de imágenes de la Semana Santa canguesa.


Uno de los pasos que desfila en una de las 4 procesiones que integran el Viernes Santo cangués
Tweet de la Hermandad de los Dolores de Cangas que sensibilizó al firmante
del reportaje para escribir todo lo anterior que han leído.
Parte de los hermanos y hermanas cofradía Hermandad de los Dolores, ilusionados en el viernes
anual festivo en Cangas -Viernes de Dolores- antes de partir en procesión por las calles de la villa.
Imagen en desfile de Semana Santa recogiéndose a la ex-colegiata de Cangas
Un texto del historiador Joaquín Francisco Eiroa Hermo (q.e.p.d.) publicado en Rías Baixas Tribuna.
Nos da idea de la grandeza y lo secular de la Semana Santa canguesa y sus cofradías.
 
Parte de un texto del historiador Joaquín Francisco Eiroa Hermo (q.e.p.d.) publicado en Rías Baixas Tribuna.
Moderna imagen de Jesús resucitado, adquisición que permitió junto a la
fundación de una nueva cofradía, añadir la fecha del Domingo de
Resurrección a los desfiles procesionales de Cangas.
Figuras centrales de la Semana Santa canguesa : Santísimo Cristo del Consuelo
y Santísima Virgen de los Dolores.




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