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Lamentaciones ante la previsible muerte de un gran amigo

Cuando un amigo se va... Es una hora muy difícil cuando te comunican que ya nada hay por hacer, solo esperar a que su vida se extinga; cuando comienza esa cuenta atrás terrible para su esposa, para sus allegados, de un día, dos, tres... hasta que el organismo de la persona ya desahuciada se detenga.
Se va a ir otro amigo de verdad, de los pocos que en la Vida tienes, de los escasísimos que a uno le van quedando. La edad no perdona a nadie, pero el maldito cáncer perdona menos. Luchar y luchar durante meses contra la enfermedad encarnizada, contra la adversidad redoblada que le tocó sufrir... para nada, para acabar comprobando que, como decía el torero Rafael Guerra, "lo que no puede ser, no puede ser; y además es imposible".

Se va a ir otro gran amigo. Su muerte servirá para acrecentar la soledad que, cada vez más, uno siente. Con el paso de los años, es así. Si sobrevives, vas comprobando cómo a tu lado, muchos de los amigos y amigas que tenías, van desapareciendo, aumentándose así en nosotros esa sensación de orfandad. 
Y lamentas, antes que nada, el sufrimiento del amigo, sus idas y venidas al quirófano, la constatación de que aquello que tenía era maligno; te preguntas mil veces si hay derecho a lo que ha sufrido, siendo -además- un hombre tan bueno y generoso como era. 

Voy a ir a verle por ultima vez esta tarde, a la habitación del hospital en donde esta mañana le han sedado para que no sufra lo que estaba ya sufriendo, mientras su organismo hacía aguas por varias partes. Voy a ver su rostro, posiblemente por última vez, antes de que llegue la hora fatídica de la muerte, antes de que llegue el duro momento de la hora definitivamente final.
Duele saber que el gran amigo ya está ahí, a un paso de ese momento final. Duele saber que ya nada podían hacer por el los médicos. Duele saber que ya no puedes pedir a Dios ni a los santos que se opere el milagro. Ya no hay opción, ya no hay hipótesis (como dirían mis hermanos portugueses). Se va el amigo y se va para siempre. ¡Maldita sea!.

¿Qué nos restará luego, cuando en unas horas, escasos días a lo sumo, haya partido para siempre?. Sin duda recordarle siempre como merece : como la excelente persona que siempre fue, como el amigo incondicional y entrañable que era.
Me duele infinito la situación por la que está pasando su mujer, desde hace muchos meses ya, viendo cómo se derrumbaba lo único que en su Vida tenía. Me duele infinito que para llegar al final, este gran amigo haya tenido que pasar el calvario que ha pasado. No sé si es mala suerte, lotería del destino, injusticia, no lo se. Con certeza que no sé nada, o no acierto a saber nada; porque tampoco me siento con fuerzas para pensar al respecto.

Me queda Dios, sin duda, para pedirle por el amigo que se va a marchar. Me queda Dios, el pensamiento en el más allá; la creencia en la existencia de una otra Vida, en la que el alma de mi amigo pueda estar infinitamente mejor de lo que ha estado su cuerpo en esta Vida terrenal. Me queda Dios para pedirle que lo acoja en su seno, como merece, como lo que fue, un hombre bueno, marido ejemplar, de virtudes que a la vista saltaban.

Se me va a ir definitivamente un gran amigo. Para los que piensan que es ley de Vida, les digo que sí, que lo que ellos quieran; pero yo no deseaba perder aún a mi amigo.
Y solo acierto a decir que me queda la esperanza en la Vida eterna, el pensar que un día, cuando Dios quiera, estaremos de nuevo juntos, reanudando esta nuestra amistad de décadas, en esa Eternidad de la que tanto nos hablaron los curas sin lograr explicarnos cómo es y cómo funciona, tal vez porque ni ellos mismos lo saben.
Pero mi Fe, gracias a Dios, es inquebrantable. Y es la que en esta hora -para mi tan triste- me permite sobrellevar con profunda resignación cristiana -eso sí- esta que me anuncian partida irrefrenable de mi querido amigo Moncho.
Que Dios todopoderoso y misericordioso, perdone sus escasas faltas, valore sus grandes virtudes y le acoja en su seno llegada la hora final.

EUGÉNIO EIROA

Post Scriptum / . RAMÓN JUSTO SEOANE, mi amigo, falleció a las cinco de la tarde del 2 de enero de 2019, en el hospital Alvaro Cunqueiro, en Vigo, víctima de muy penosa enfermedad que le hizo pasar un auténtico calvario de muchos meses. Este viernes 3 de enero, desde las 12:30 de la mañana, en la sala número 5 del tanatorio de Emorvisa, será velado por familiares y amigos. A las 20 horas, en la capilla del propio tanatorio antes citado, en el barrio de Pereiró, se oficiará una misa en su recuerdo. 


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